CAPÍTULO 40

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Twila se sintió extrañada. La recepción del hotel la hizo bajar para comunicarle que tenía una llamada importante, pero que no podían transferirla a la habitación, a petición del que llamaba. Ya era raro que el personal del hotel se plegara a semejantes exigencias. Y más en un país como lo era Ghana. El país con la democracia más potente de toda África. Y peor todavía, en un hotel como en el que se estaban hospedando mientras ella planeaba y movía los hilos correspondientes.

En cuanto puso un pie en el vestíbulo del hotel y se acercó a la recepción, uno de los empleados le cedió el teléfono.

Su extrañeza aumentó aún más cuando, tras coger el teléfono y decir "¿Sí?", quien fuera que había llamado colgó inmediatamente. Ni siquiera le había llegado a oír respirar.

—Qué raro. —Se dijo.

Colocó el teléfono de vuelta en su lugar y luego llamó la atención del botones que funcionaba como recepcionista del lugar. Él estaba llenando papeles sobre la mesa.

—Disculpe, ¿la persona que llamó le dijo algo cuando me mandó a llamar?

El botones, quien no parecía pasar de los veinticinco años, y quien parecía que no sabía cómo afeitarse adecuadamente, se extrañó con la pregunta.

—¿Cómo voy a saberlo? Lo único que dijo fue que necesitaba hablar con usted y que por favor no pasáramos la llamada a su habitación.

Twila no se sintió satisfecha con la respuesta, pero ese día no estaba de humor para tratar con nadie. Así que se dio la vuelta con intención de regresar al elevador.

Solo pudo dar un par de pasos cuando el botones llamó su atención:

—Ah, señorita.

Twila se detuvo, se dio vuelta, y con toda su característica amabilidad y cortesía, respondió:

—¿Ahora qué?

El botones cambió repentinamente de postura. Twila se percató de que en la pequeña televisión que él tenía a un lado estaban transmitiendo el anuncio del evento del Museo Británico, que tendría lugar en cuanto el renombrado arqueólogo inglés, Richard Croft, recuperara una pieza única e invaluable de la India.

La repentina amabilidad del botones no la habría sorprendido para nada, sino fuera porque ella no le había mencionado su apellido. Y por lo que sabía, la persona de la llamada misteriosa no la había mencionado por su nombre, sino simplemente había mencionado el número de habitación. Y para rematar, ella no era tan conocida en Ghana, o al menos no tanto como su padre.

—Olvidé que un mensajero pasó a dejarle este sobre.

Twila bajó la mirada a sus temblorosas manos, y divisó un cuadro de papel que torpemente extrajo de una de las gavetas.

Se lo entregó, y en cuanto Twila leyó el remitente, un escalofrío le recorrió la espina dorsal, o más bien, el presentimiento de que algo iba mal.

No había remitente, únicamente se leía: "PARA TWILA CROFT. HABITACIÓN 202".

Su primer pensamiento fue de alivio al saber por qué el botones dedujo quién era ella, pero su segundo pensamiento fue de desconcierto. Después de unos segundos pensó que sería un admirador. Uno de esos a los que las mujeres les tenían miedo y cuidado, pero también de los que a ella tanto le gustaba eliminar.

Abrió el sobre, esperando desde una declaración hasta una amenaza, pero jamás se imaginó encontrar aquello.

El escalofrío volvió en cuanto vio esa vieja foto.

Todo hubiera estado bien. Nada hubiera tenido importancia si tan solo esa foto no hubiera tenido un significado para ella. Un significado que ya no tendría que existir.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora