CAPÍTULO 54

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—¿Cómo que no es la tumba? —Eli no entendía nada. Absolutamente nada.

El esqueleto estaba ahí. Huesos y solo huesos. ¿Cómo podía saber que él no era Arturo?

Pensándolo mejor.

¿Por qué habían dejado una tumba tan expuesta?

Ejem... ejem. Creo que eso ya te lo había dicho, dulzura —dijo el profesor—. Todo esto no es más que una farsa.

Twila siguió removiendo las cajas, con aparente despreocupación.

—No me refiero a eso, profesor —le dijo Twila.

—¿A qué te refieres entonces?

—A que ese no es Arturo —aclaró Twila.

—Pero no lo entiendo, ¿por qué lo dejaron aquí si no es él? —preguntó Pronto.

—Les sorprendería la cantidad de locuras que las personas pueden dejar en un testamento —les dijo Twila.

—¿Entonces qué es todo esto? —preguntó Zip—. ¿Decoración de interior? ¿A qué lunático se le ocurrió?

—A Worth sin duda —escupió el profesor.

—He visto demasiadas tumbas como para notar un cenotafio —interrumpió Twila la discusión de aquellos dos.

—¿Un qué? —preguntó Eli.

—Una distracción —le explicó Twila—. Este lugar es muy forzado, esconde algo.

—¿Un cadáver? —volvió a preguntar Zip.

—No. Ese es el problema.

Eli miró a todas las direcciones, entendiendo lo que Twila quiso decir.

—Hay algo escondido aquí —les dijo a los demás.

—¿Pero dónde? —preguntó Trixie, extendiendo sus brazos hasta parecer crucificada—. Este lugar es muy reducido. No hay un lugar en el que pudieran esconder algo.

Twila lo pensó unos segundos. Miró la pared, y se le ocurrió una idea.

—No hagan ruido —les dijo a todos.

Se acercó a una de las tres paredes, posó sus palmas sobre ella y acercó su rostro a la pared. Luego cerró las manos en un puño y comenzó a darle leves golpes a la pared, tal y como si estuviera llamando a la puerta.

El sonido que le devolvió fue seco. Twila frunció el ceño, ese no era el sonido que buscaba. Caminó hacia otra pared, le dio golpecitos, tal y como hizo con la primera.

Igual. Un sonido seco.

Repitió la acción con la tercera y última pared, la de la izquierda. El sonido que le devolvió no fue seco, sino con eco. Sonrió, ese era el sonido que buscaba.

—Hay algo detrás de esta pared.

—Genial, entonces volémosla —dijo Kord. Cargó a una demoledora, apuntó y estuvo a punto de accionar el gatillo, pero Twila lo detuvo.

—¡¿Estás loco?! —le gritó—. El ruido de la explosión llamará demasiado la atención. Hay que buscar otra forma de volar la pared. Además... —Se llevó una mano a la oreja, en donde estaba el auricular—. El profesor.

Kord bajó el arma, molesto. Recordó que el profesor no sabía nada sobre la existencia de Bajoterra ni de las babosas, y preguntó:

—¿Cómo la volaremos entonces?

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora