Una de la madrugada.
Ya todo estaba preparado. Las pocas pertenencias que llevarían consigo se encontraban en cuatro mochilas muy bien cerradas.
Tenían un largo camino por recorrer hasta el aeropuerto y de ahí a Nepal.
Solo les faltaba un detalle: la espada.
—Muy bien, Eli, ahora es tu turno —le instó Kord.
Eli dejó escapar el aire. Ya se encontraban en la Sala de Trofeos, solo a la espera de que él les abriera el camino a la espada. No supo en qué momento comenzó a temblar, pero titubeó varias veces antes de descubrir el primero de los tres mecanismos.
—Ja —soltó Trixie—. Es muy parecido al de la mansión de los Ricobich.
—No del todo. Hay que accionar las dagas en un orden en concreto —le respondió Eli. Ingresó la primera secuencia:
1° → abajo
2° → abajo
3° → sin mover
4° → abajoLuego caminó a la segunda estantería. Realizó la secuencia:
1° → sin mover
2° → abajo
3° → sin mover
4° → abajoY por último caminó hacia la derecha de la sala para presionar el botón y descubrir los últimos pedestales. Y la secuencia que usó con ellos fue:
1° → sin mover
2° → abajo
3° → abajo
4° → abajoCuando hizo eso el círculo en el centro de la sala se abrió y la gran escalera de caracol apareció.
—¡WOW! —expresaron maravillados sus amigos. Y sin esperar más tiempo descendieron por la escalera.
—¡Aquí hay cientos de artefactos! —gritó Pronto—. ¿Qué es eso? —Se acercó a la misma vara de plata que Eli había tocado meses atrás.
Eli lo vio, se alarmó y corrió para detenerlo.
—¡No lo toques, Pronto! —lo tomó del brazo con brusquedad, lo alejó de la vara y le soltó la mano.
Trixie, Kord y Pronto se sorprendieron cuando Eli tomó una repentina actitud hostil.
—¡No toquen nada! —ordenó. Caminó hasta el gabinete en donde Evan había puesto los fragmentos de la espada, abrió la primera gaveta y tomó la bolsa de tela que la resguardaba.
—Eli, ¿qué te pasa? —le preguntó Trixie, preocupada y confundida.
Eli se cargó la bolsa al hombro, soltó un suspiro, intentó relajarse. Miró a Trixie y respondió:
—No somos ladrones, chicos. La espada es lo único que tomaremos. Nada más. ¿Entendido?
Los demás, aunque igualmente confundidos más por la reacción de Eli que por sus palabras, asintieron.
—Bien. Ahora salgamos de aquí, lo que menos queremos es que lleguen antes de que nos hallamos ido.
Eli avanzó de vuelta por las escaleras.
Los demás se miraron entre sí y arquearon los hombros.
—Con algo se suerte habremos llegado a Nepal para cuando todos aquí se den cuenta de que no estamos —informó Trixie ya en el pasillo.
—Eso espero —continuó Kord—. Una vez lleguemos tenemos que buscar la manera de escondernos. No llamemos tanto la atención y así conseguiremos que ella no sepa en dónde estamos, hasta que, con suerte, armemos la espada y viajemos a Bolivia —terminó Kord—. ¿Tú que opinas, Eli? ¿Eli?
Eli levantó la mirada, sorprendido.
—¿Ah? Sí. Cualquier cosa es buena mientras ella no nos encuentre —siguió pensando en la reacción de Twila en cuanto encontrara lo que acababa de dejarle en su habitación. Y en su reacción en cuanto supiera que no estaba.
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Secretos de un Shane
Hayran KurguComenzó a acercarse a la puerta hasta que distinguió la voz de una persona murmurar. -Lo siento, Will Shane, pero ya no puedo seguir callando esto. Tu hijo merece saberlo. Un segundo... ¡¿Qué acababa de decir?! -¿Profesor?- habló Eli, quién ya había...