La luz le dio de lleno en el rostro.
Twila se removió en medio de las arrugadas sábanas, no queriendo despertar de su relajante ensoñación. Fue entonces que recordó la noche anterior. Se incorporó bruscamente y se cubrió con las sábanas.
Comprobó cada centímetro y descubrió que Leonardo no estaba allí.
¿La había dejado sola?
Bajó de la cama, con la sábana enrollada en torno a su cuerpo, y afirmó, después de entrar sigilosamente al baño con un ojo abierto y otro semiabierto, que Leonardo no estaba en la habitación, y que, probablemente, ya ni siquiera se encontraba en el hotel.
Quiso sentirse ofendida, pero descubrió que se sentía aliviada. No habría sabido qué decirle a él en cuanto despertara. Y mucho menos predecir su propia reacción al verse todavía desnuda en la cama después de lo sucedido.
No, como siempre, Leonardo había sido sensato al suponer que la habría incomodado si hubiera permanecido en la habitación.
Aquel razonamiento hizo que Twila sintiera envidia. Ahora entendía por qué había llegado a ser el hombre de confianza de su padre, después de Evan.
Ya más tranquila por poder conservar un poco de su intimidad, entró al baño. Se quitó la sábana protectora y se metió rápidamente en la ducha, impaciente por sentir el chorro de agua limpia sobre su cuerpo para borrar lo que había sucedido la noche anterior. Levantó la cara hacia el anhelado torrente. El agua caliente la relajó. Tomó el gel que, por supuesto, era de hombre al ser, precisamente, un hombre el verdadero ocupante de la habitación, y se lavó todo el cuerpo.
Cuando estuvo limpia, salió de la ducha y tomó dos toallas. Con una se envolvió el pelo al más puro estilo Carmen Miranda, y con la otra se secó a toda prisa por si acaso a Leonardo se le ocurría aparecer.
En ese instante recordó de súbito que no sabía en dónde había quedado su ropa.
«Maldición», pensó.
Se enrolló la toalla al rededor del cuerpo y salió del baño.
Buscó en la cama, encima y debajo de ella; buscó en el suelo, buscó en los sillones y no encontró el horrible vestido que Aurora le había empacado. Tampoco encontró su lencería. Todo lo que había eran esos monstruosos tacones.
Quiso soltar una palabrota que hacía tiempo no mencionaba al solo pensar en que Leonardo la había dejado con la única opción de salir del hotel tan solo con un par de toallas cubriéndola. Pero no fue hasta que entró en verdadero pánico y rebuscó frenética en las gavetas del armario, que descubrió varias bolsas pertenecientes a una tienda de ropa que apenas reconoció, junto con una nota. Ella, con mano temblorosa, la tomó y leyó lo que decía:
"Mandé tu ropa a la lavandería. Puedes recogerla cuando salgas del hotel.
Me tomé el atrevimiento de comprarte algunas cosas.
Espero te sirvan.
Siento decir que lo de ponerlo en el armario para que no fueras capaz de verlo a la primera oportunidad fue por mero capricho. Me hizo recordar mis tiempos en la universidad. Salvo que en ese entonces solo me llevaba la ropa de mi compañera sin tomarme la molestia de dejarle algo para vestirse.
-Leonardo".
Twila se cubrió la boca, horrorizada. Y con el mismo horror dejó la nota en donde la había encontrado y tomó la primera de dos bolsas. Encontró unos vaqueros, unas Converse y una camisa azúl cielo.
Luego de ver el contenido de esa bolsa y hacer un pequeño inventario mental, un escalofrío le recorrió la espina dorsal y suplicó mentalmente varias veces para que lo que creía que había dentro de la segunda bolsa fuera solo producto de su imaginación.
Tomó aire y valor, tomó esa segunda bolsa, la abrió y ojeó su contenido.
Enrojeció hasta la coronilla al ver que no se había equivocado. En el interior de la bolsa había ropa interior: sujetador y bragas. Descritos en su mente de aquella manera tan mundana un par de veces para asegurarse de que no se había equivocado. Y lo que le resultó todavía más insólito y avergonzador: eran exactamente de su talla.
Se volvió a ruborizar al pensar en Leonardo en una tienda de lencería femenina comprándole esas prendas.
—¿Por qué los hombres son tan extraños? —Se preguntó en voz alta.
No perdió más tiempo y se vistió a toda prisa, intentando no pensar que aquello había sido selección personal del exabogado de su padre.
Metió los tacones en una de las bolsas y antes de abandonar definitivamente el hotel pasó recogiendo su ropa.
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Secretos de un Shane
FanficComenzó a acercarse a la puerta hasta que distinguió la voz de una persona murmurar. -Lo siento, Will Shane, pero ya no puedo seguir callando esto. Tu hijo merece saberlo. Un segundo... ¡¿Qué acababa de decir?! -¿Profesor?- habló Eli, quién ya había...