CAPÍTULO 73

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Aquella visita no se la esperaba. Todavía estaba convaleciente y no había podido retener en el estómago más que una sopa en los últimos tres días. Pero aún así le pidió a Evan que lo recibiera y lo instalara en la sala mientras ella se vestía, y mientras lo hacía, soportaba las quejas de Aurora sobre que no debía dejar la cama.

Pero no le hizo caso. Terminó de vestirse y bajó al encuentro de su visita.

Tocó la puerta y entró sin esperar respuesta. Leonardo se puso en pie en cuanto la vio entrar.

—Señor Kavanagh, ha sido una sorpresa su visita —saludó ella cerrando la puerta detrás de ella.

Leonardo sonrió. Twila admitía que aunque Leonardo tenía 33 años era atractivo, y a pesar de ser descendiente afroamericano, su tono de piel era más bien mulato por su mitad de descendencia inglesa por parte de padre. Era respetuoso y contaba con un buen patrimonio. Realmente no entendía cómo era que seguía soltero.

—No lo dudo, y más porque siempre trato con tu padre. Evan me dijo que habías estado enferma, así que no sabía si podrías recibirme y me recalcó que fuera breve y no te agotara.

Twila levantó la mano en un gesto despreciatorio.

—Tonterías, ya estoy bien.

—¿Estás segura? Estás verdaderamente pálida y te veo demasiado delgada.

Twila frunció el ceño y Leonardo juraría que era la misma expresión que ponía su padre cada vez que decía algo y metía la pata.

—Mejor cambiemos de tema —le dijo ella—. ¿Por qué necesitas verme a mí?

—Siéntate —le instó Leonardo señalándole galantemente uno de los sillones—. Si te agitas o agotas estoy seguro de que Evan me sacará a sartenazos de aquí.

Twila se carcajeó y se sentó en uno de los sillones.

—Ahora sí —dijo contenta—. Toda tuya.

Leonardo se sentó también.

—Realmente en este instante estoy agradecido de que Croft no esté en la mansión.

Twila se extrañó por el comentario.

—Seré sincero, Twila. Sabes bien que tu padre y yo somos confidentes, y hace poco me enteré de que tienes un hermano.

—¿Cómo?

—Tu padre ya me tiene informado de la situación que estás pasando. No me dio mayor información que esa, pero me quedé preocupado, así que me di a la tarea de investigar un poco de él. Algo que me fue difícil ya que solo me dio un nombre —hizo una pausa—. El de tu padre biológico. —Leonardo observó, cauteloso, el rostro de Twila. Ella no se perturbó ni un ápice—. Sé muy bien hasta qué punto intervenir en mis averiguaciones, así que no me detendré a preguntar por qué aparece como desaparecido —vio a Twila asentir—. Así que me enfoqué en otros nombres de la lista. Fue una sorpresa para mí descubrir el nombre del quien ahora sé que es tu hermano, pero tampoco me detendré a preguntar por ciertas cosas que he encontrado, como por qué no se le miró por más de una año —vio a Twila asentir una segunda vez—. Pero estoy más que seguro que lo que he encontrado y lo que seguramente ya sabes tú es más que suficiente para que pueda deducir que no corres ningún riesgo.

Twila permaneció silenciosa.

Leonardo se agachó y extrajo una carpeta azul de su maletín.

—Aquí tengo todo lo que he investigado, y creí conveniente entregártelo a ti. Puedes estar segura de que no he conservado ninguna copia —extendió la mano y se la entregó a Twila. Ella lo recibió—. Twila, si vine hasta aquí no solo fue para entregarte esa carpeta, sino también por un par de cosas más.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora