CAPÍTULO 86

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Eli miró con desaprobación a su testaruda hermana. Se plantó en la puerta de la habitación y miró, ceñudo, a Twila terminando de arreglarse frente al espejo.

El vestido negro que le llegaba poco más arriba de las rodillas, y que, para molestarlo más, se le ceñía al cuerpo, no le gustaba para nada.

Desvió la mirada a los tacones, también negros, que la esperaban junto a la cama mientras ella terminaba de maquillarse. Aquello tenía que ser una broma. Una muy mala.

—Ya deja de mirarme así, Eli —le advirtió Twila mientras se aplicaba el lápiz labial.

—¿Y cómo quieres que te mire? Powell te invitó a cenar y tú aceptase. Debes estar recondenadamente loca.

Twila rodó los ojos.

—Vamos, Eli. No es la primera vez que ceno con alguien a quien acabo de conocer y con quien, a parte de, estoy compitiendo por algo, o que, para animarlo más, ha mandado a personas a matarme. ¡Así que ya cálmate! No es como si fuera en plan romántico.

Eli la señaló con el dedo, amenazante.

—No vuelvas a mencionar la palabra "romántico".

Twila rodó los ojos una segunda vez.

—Sí, mamá gallina, o... ¿papá gallo?

Eli gruñó.

Twila se dio la vuelta y se colocó los tacones.

—Tranquilo. Ya sabes bien lo que puedo hacer. Sabes que puedo defenderme sola.

El sonido de la bocina de un carro sonó afuera de la casa.

Twila caminó hacia la ventana, corrió la cortina y observó cómo un lujoso automóvil negro estacionó afuera.

—Parece que ya vinieron por mí.

Eli tomó a Aries en brazos y se acercó a Twila. La tomó del brazo y le dijo:

—No vayas, Twila. Powell es peligroso.

—¡Que no me va a pasar nada! Caray.

Twila se soltó bruscamente del agarre de Eli, tomó su bolso y salió de la habitación. Bajó las escaleras con Eli persiguiéndola.

—Sé que sabes cuidarte, pero...

—Pero entonces no tienes de qué preocuparte. Estaré aquí a las once.

—¡Once!

—Tal vez a las doce. Prepárate la cena.

Twila salió de la casa, dejando a Eli plantado en el marco de la puerta. Caminó hasta el automóvil.

—Señorita Croft. —El conductor la saludó con cortesía antes de abrirle la puerta de los asientos traseros.

Twila le devolvió el saludo con un asentimiento de cabeza.

Antes de entrar al vehículo, ella volteó la cabeza y miró hacia la puerta de la casa, en donde Eli la seguía mirando ceñudo mientras sostenía a Aries en brazos. Sonrió y le guiñó un ojo. Entró al automóvil. El bien vestido conductor cerró la puerta, rodeó el automóvil, se acomodó en el asiento del conductor y emprendió la marcha.

Eli soltó el aire. Estaba preocupado por Twila, y le irritaba cuando ella era demasiado testaruda.

—¿Crees que ella esté bien? —le preguntó a Aries.

El bakeneko rascó su cabecita en su mejilla.

Eli se dio la vuelta e ingresó a su casa. Cerró la puerta detrás de él con pestillo.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora