CAPÍTULO 31

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—No entendía muy bien por qué rayos querías que lo trajera aquí. Ahora tus conspiraciones ya me están asustando, Aurora.

—¿¿Quién?? ¿Yooooo? —respondió Aurora, inocentemente.

—¿Y quién más?

Aurora desvío la mirada y se llevó un pedazo de pastel a la boca.

—Solo quiero que se sienta cómodo.

—¿Quieres hacerlo sentir cómodo haciéndolo sentir horriblemente incómodo? ¡¿Dime en qué libro aprendiste esa locura?! —gruñó Twila—. Si no te conociera bien, diría que te gusta.

Aurora comió otro pedazo, despreocupada.

—No negaré que es lindo, pero yo no soy de las que asaltan cunas.

—Entonces ve y explícaselo a Trixie.

—¿Se puso celosa? —preguntó Aurora, divertida.

—¿Tú qué crees? Por un segundo pensé que tendría que intervenir y repartir palo.

Aurora se carcajeó. Y Twila rodó los ojos.

—¿Te gusta? —preguntó Twila.

—Ya te dije. Yo no asalto cunas.

—¿Asaltar cunas?

—Ya sabes. Él es menor que nosotras. Además, Trixie ya está en sus pensamientos y en su corazón. Y, hermanita, por si no te has dado cuenta, lo estoy ayudando con ella.

Twila siguió pinchando el pedazo de pastel en su plato, sin muchas ganas de comer.

—¿Hermanita? ¡Soy dos meses mayor que tú! Y ¿Ayudarlo? ¿Ayudarlo, cómo?

—Le pedí a Evan que los pusiera en habitaciones una enfrente de la otra y alejadas de todos los demás, ¿dime si eso no es ayudarlo? Guiño, guiño.

Twila negó, cansada.

—¿Por qué no mejor lo ayudaste un poco más y los dejaste en la misma habitación?

—No sé tú, pero yo no estoy preparada mentalmente para escuchar... "cosas" a mitad de la noche. Ya sabes, por eso estamos muy, muy alejadas de la habitación de mamá y papá.

—¡Niñas! ¡No permito esa clase de pláticas en la mesa!

Miranda estaba frente a la estufa, preparando uno de sus últimos platillos, cuando de repente escuchó cómo Aurora sacó ese tema tan íntimo.

«¡Que vergüenza!», pensó.

Desgraciadamente su vida marital había dejado de ser secreto en cuanto Aurora entró a la adolescencia. A Twila esos temas no le interesaban. Y fue algo que siempre agradeció. Pero aun así, ambas siempre los fastidiaban con algunas indirectas.

—¡Lo siento, mamá! —dijeron ambas al unísono.

Después de esa contestación, las cuatro estallaron en risas.

Aurora, Twila, Miranda y la Gran Madre estaban sentadas en la mesa de la cocina.

Mientras Twila buscaba a Eli se encontró con la Gran Madre. Ella le dijo que no debía seguirlo buscando, que él ya se encontraba en la habitación que le había preparado Evan, y que Aurora y su madre estaban en la cocina.

Así que ambas fueron a la cocina. Y, en el transcurso del camino, fue impartiéndole una muy informativa charla sobre la confianza. Todo sonaba a complot, pero no quería y no tenía tiempo de pensar en eso ahora. Necesitaba comenzar a trabajar, e Eli ya estaba quitándole mucho tiempo.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora