CAPÍTULO 110

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México.

Había escuchado cientos de veces sobre aquel país que celebraba de una forma tan peculiar y jovial sus festividades. Y sin embargo, las imágenes coloridas que había visto en revistas, periódicos, libros e internet no se parecían en nada al paisaje selvático y mojado a causa de la llovizna que a cada segundo atentaba con convertirse en una tormenta.

Eli descubrió, extrañamente sorprendido, de que sus amigos no estaban para nada familiarizados y mocho menos contentos con el clima de la Superficie. Y quedar empapados hasta la ropa interior no era lo más emocionante del lugar.

—¡Qué te dije de asomar la cabeza cuando no! —regañó Twila a Eli por tercera vez.

—Que no lo haga —le respondió él, fastidiado.

—¡Exacto! —Twila le colocó un nuevo cargador a su arma, asomó la cabeza, disparó y acertó un par de disparos a los últimos mercenarios.

Cuando se vieron librados de aquella molestia que Samantha había mandado detrás de ellos, Twila se puso en pie, y con una mirada llena de acusación, regañó a su hermano:

—Cuando te diga que te quedes detrás de una roca con la cabeza muy bien escondida, entonces te quedas detrás de una roca con la cabeza muy bien escondida. De lo contrario, el próximo golpe que recibirás en la cabeza será mío, ¿entendiste?

El rodó los ojos y gruñó al comprobar que Twila estaba más mandona que de costumbre.

—Entendido —dijo.

—Bien. —Twila enfundó su arma y se puso en marcha hacia un par de calendarios maya hechos de piedra que habían encontrado en un templo poco antes de que los mercenarios aparecieran.

(…)

Los muñequitos tallados en la piedra no le decían absolutamente nada, pero se dio cuenta de que Twila, de a poco, iba descifrando el acertijo.

El primer círculo del primer calendario contaba con 3 baldosas negras en medio de las demás. El segundo calendario contaba solo con dos baldosas negras.

—El calendario Maya solo tenía 360 días, y los otros 5 eran los días Innominados. Los mayas creían que cada año, al llegar los días Innominados, se abrían las puertas del inframundo —les explicó Twila—. Estos calendarios cuentan con 363 y 362 respectivamente si contamos con los días Innominados. Y todos están desordenados.

—¿Y eso significa? —le preguntó Trixie.

—Que hay que ordenarlos y colocar los días Innominados en su lugar. Bien, chicos, a sacar las baldosas.

La banda pasó la siguiente media hora extrayendo las baldosas del suelo y volviéndolas a colocar bajo la estricta guía de Twila.

—No. Esa no va ahí —le dijo ella a Kord—. Va en el otro lado.

Kord gruñó, extrajo la baldosa y la colocó en el sitio que le habían indicado. En el fondo, sabía que solo soportaba a Twila porque Eli la necesitaba en ese momento, porque si no...

—Contenta —le reclamó.

Twila ladeó la cabeza y después de unos segundos le respondió:

—Bueno —soltó el aire—. No es que pueda pedir mucho más, ¿no?

Kord volvió a gruñir.

—Y esa era la última —dijo Eli palmeándose las manos.

—Perfecto —felicitó Twila.

Los dos calendarios comenzaron a dar vuelta sobre sí mismo.

El mecanismo crujía debajo de sus pies mientras la entrada comenzaba a abrirse en el centro del templo.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora