CAPÍTULO 108

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La Mansión de Yorkshire era más bien una elegante cabaña en medio de una campiña de uvas que era una de las tantas propiedades de Richard Croft.

El sitio era labrado y cultivado. Las cosechas eran vendidas en los mercados locales a precios más accesibles que en otros sitios, sí. La cabaña incluso estaba lo suficientemente equipada para cuando ambos arqueólogos necesitaban planear sus siguientes movimientos sin tener que pasar a la mansión de Surrey.

Sin embargo.

Todo aquello no era más que una fachada para lo que realmente se escondía ahí.

Debajo de la cabaña.

Zip batalló un buen rato para establecer la conexión en el equipo que había dejado prácticamente abandonado desde hacía casi un año mientras Vladimir acomodaba un lote de sus libros acaparando casi el mismo espacio en el que Zip estaba acomodando sus cacharros electrónicos.

—¡Hey, hey, hey! —detuvo en secó al profesor con un movimiento brusco de su mano—. ¿Por qué esas cosas están en mi escritorio?

—¡Son libros, inculto! Y son mucho más útiles que tus cacharros del infierno.

—¡Mis qué! ¡Mire, cavernícola...!

La entrada de Evan y Twila, seguida de la banda, detuvo la pelea de ese par.

El anciano mayordomo sostenía un juego de llaves en sus temblorosas y arrugadas manos. Caminaba lentamente hacia una de las paredes del estudio.

—Mis disculpas, señorita Croft, pero últimamente no he atendido la Cripta. —se disculpó Evan antes de insertar una de las llaves en un cerrojo casi imperceptible en la pared. Le dio un par de vueltas y abrió una estrecha puerta.

—¿Pero qué? —Zip saltó del susto al darse cuenta de que siempre había habido una puerta detrás suyo—. ¿Por qué nunca me dijiste que eso estaba ahí? —reclamó—. No, ¿sabes qué?, mejor ni me lo digas.

Twila tomó un par de linternas del escritorio de Zip antes de responderle:

—Te advertí que con la música tan fuerte acabarías despertando a los muertos.

—¿Mu... muertos? —tartamudeó Pronto.

—¿Hay un cementerio ahí abajo? —preguntó Eli señalando taimadamente la escalinata polvorienta.

Twila se encogió de hombros, resignada.

—Resulta que papá no solo trajo sus bienes y a las personas vivas —miró la entrada a la cripta—. También se trajo a varias generaciones de los Croft y los acomodó en esta campiña.

—Soy la única persona que cree que ese señor está loco —le susurró Kord a sus amigos.

Trixie y Pronto asintieron.

Eli se contuvo y prefirió no decir nada.

—Bien, andando —les dijo Twila y le lanzó una linterna a Eli.

—Yo tengo que hacer una llamada —le informó Vladimir a la arqueóloga—. Mañana tengo que volver a mis labores y debo averiguar el cronograma del...

—No te preocupes, Vladimir, no creo que puedas ayudarme mucho de aquí en adelante.

Vladimir asintió, tomó su teléfono y salió del estudio.

Twila, Eli y los demás descendieron por la escalinata estrecha y polvorienta que conducía a la Cripta. Las linternas eran lo único que los iluminaba porque no había ninguna conexión en ese lugar.

Era realmente tétrico.

—¡Vaya!, es escalofriante —dijo Trixie—. ¿Y quién tiene un cementerio personal?

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora