CAPÍTULO 27

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—¿En qué piensas, Twila? —Zip veía a Twila de soslayo.

Ya llevaban media hora de viaje y ella no había dicho nada. Estaba recostada sobre el sillón, previamente reclinado, con los ojos cerrados, los brazos cruzados detrás de su cabeza y con los pies sobre la guantera.

—¿Twila? —volvió a preguntar.

Ella dio un respingo cuando se percató de que Zip le estaba hablando. Giró a verlo.

—¿Me hablabas?

—¿Tú qué crees? Estuve a punto de llamar a la NASA para que te regresaran de la luna.

Twila negó, cansada. No tenía ganas de soportar a Zip, pero debía admitir que sus comentarios lograban alegrarle el día.

—¿Estabas pensando en lo del profesor? ¿Segura que fue buena idea dejarlo con vida? ¿Y si habla de nuevo?

—¿Crees que lo hubiera dejado con vida si no estuviera segura? —dijo secamente. Dejó de mirar a Zip y comenzó a ver el cielo. Estaba muy ennegrecido. Era seguro que llovería.

Zip se encogió de hombros y volteó a verla.

—Bueno, supongamos que él no hablará jamás, ¿qué ganas tú con eso?

—Gano que no me estén fastidiando como cierta persona, llamada Zip, que se rehúsa a cerrar la boca.

Zip sonrió mostrando su impecable dentadura y luego se concentró en el camino.

Twila rodó los ojos y negó, cansada.

—Por cierto, desde que me enteré de todo, me surgió una duda —dijo Zip.

—¿Qué tienen todos con interrogarme últimamente? —gruñó Twila—. Bien, pregunta.

—¿Por qué tu cabello es negro? Por lo que sé la reina tiene el cabello rosado y el Shane lo tiene azulado, ¿entonces por qué el tuyo es negro?

Twila hizo una vaga mueca de aburrimiento antes de responder:

—Yo nací con el cabello de color rosa.

—¿Qué? ¿En serio? ¿Entonces te lo tiñes?

—¿Qué? ¡¡NO!! La energía que usaron no solo aceleró mi crecimiento, también decoloró mi cabello y lo volvió negro.

—Ja. Sin duda eres una cajita de sorpresas.

Twila bufó y cerró los ojos. Quería descansar un poco antes de llegar a casa y tener que enfrentarse a su padre por haber desobedecido cada una de sus condiciones. Incluyendo la más importante: "No quiero que te acerques a los Shane".

No quería recordar el lío en el que se había metido. Y al parecer el día estaba en su contra, porque de un segundo a otro sintió un golpe seco seguido de varios frenazos causados por la furgoneta.

—¡Ese era mi espacio, SALVAJE! —Zip había intentado rebasar a un automóvil, pero otro automóvil que iba detrás de él decidió hacer lo mismo, forzando a Zip a volver al carril.

Twila abrió los ojos y se le quedó viendo con una expresión severa en el rostro.

Zip la vio de soslayo y luego dijo:

—No me mires así, nena. Sé que es imposible resistirse a este cuerpecito. —Se señaló de cabeza al torso—. Pero ya me estoy sintiendo un tanto acosado. —Se llevó la mano a la barbilla y se la frotó de forma coqueta—. Aunque sabes perfectamente que tú puedes acosarme cuando quieras.

Twila enrojeció, y no fue de vergüenza.

—Zip, ¿podrías intentar no manejar como todo un maníaco? Me preocupa que me dañes la mercancía —regañó para ver si Zip dejaba de comportarse como un loco al volante.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora