CAPÍTULO 104

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—Tenemos que salir de aquí, chicos —urgió Twila. Miró hacia todos lados sin distinguir ningún agujero en el que pudieran salir de ahí—. ¿Que no tienes a tus babosas? —le reprochó a Eli—. ¡Pues aplícate!

Eli rodó los ojos, cargó una cristalida y la lanzó. La babosa hizo un agujero que atravesó los escombros.

—¿Contenta? —preguntó Eli.

Twila arrugó la nariz un segundo, luego se agachó y acuclilló en el suelo, oteó el panorama y descubrió que todavía se podían oír a los mercenarios caminar entre las secciones de los túneles.

—Hay que alcanzar a esos mercenarios.

—¿Pero cómo supieron que estábamos aquí? —preguntó Kord.

Twila se puso de pie.

—No lo sé. Y después de lo de Bolivia dejé de seguir la pista de Samantha. Creí que la advertencia serviría —se ajustó con furia el cinturón—. Ahora no importa. Hay que recuperar ese guante. Ya después me encargaré de ella —se agachó otra vez y empezó a gatear por el túnel mientras sentía que la sangre le hervía por lo furiosa que de sentía por haberse dejado robar.

Eli devolvió a su babosa a la mochila y siguió a Twila.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Eli mientras la seguía por el túnel.

—El de siempre: inmovilicen a los que puedan inmovilizar y déjenme lo demás.

El resto de la banda los siguió.

El sonido de más detonaciones advirtió a Twila de que los mercenarios seguían sellando los accesos.

«Mierda», pensó.

Lo primero que Twila hizo al llegar al final del túnel fue hacer el recuento de daños en el lugar en identificar rápidamente las posibles rutas alternas que podrían tomar.

Descubrió que no había ninguna, y dudaba que el techo soportara nuevos túneles sin que las rocas se desprendieran y los aplastara a todos. Pensó con más rapidez en lo que podía hacer, y para cuando Eli y los demás salieron del túnel ya había identificado una posible ruta.

El agua se estaba filtrando por el suelo, y aquello por un agujero que considero suficientemente ancho para que todos pudiera nadar a través de él sin problemas.

—Por aquí, chicos —los llamó.

Cuando Kord vio el pozo sintió escalofríos.

—Agua —susurró.

—¿Crees que esto nos llevará a la salida? —cuestionó Eli.

—Estamos en fondo del mar Mediterráneo. La única agua que puede colarse aquí es la de la salida. Así que apresurémonos.

La banda se ajustó de nuevo el caso y uno a uno se fueron sumergiendo, dejando a Twila para el final, según ella, para asegurarse de que las anguilas no los siguieran. Y no quiso agregar que el movimiento de roca bien pudieron haberlas despertado.

(…)

El recorrido del pozo al principio fue horizontal, como si un escombro hubiera tapado gran parte del pasillo original, pero luego se volvió totalmente vertical, en la que nadaron a través de un túnel en completa ruina, seguramente, socavada por el peso del agua y el estremecimiento de las detonaciones.

La salida del templo submarino ya se observaba a no muchas brazadas, sin embargo, por una extraña razón, Eli, que en ningún momento había mirado hacia atrás, giró la cabeza.

Vio a Twila algunas brazadas más atrás. Se había quedado estática y miraba hacia atrás.  Eli se preocupó y nadó hacia donde estaba su hermana. Twila miraba atenta hacia la oscuridad que habían dejado atrás.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora