La búsqueda implacable de Eli continuó por las habitaciones y corredores de esa mansión. Pero llegó a un punto en el que se dio un golpe en la cabeza que bien pudo abrírsela de nuevo.
Su habitación, por qué no buscó primero en su habitación.
—Twila tiene razón, eres sumamente inteligente, ¿no, Eli? —Se regañó a sí mismo.
Dio media vuelta y empezó a buscar la habitación de Twila.
(...)
Toc Toc Toc
Ya era la tercera vez que tocaba la dichosa puerta y nadie respondía al otro lado.
«¿Será que no está ahí dentro?», pensó.
Pero Eli ya no sabía en dónde más buscar. Así que arriesgándose a encontrar a una Twila furiosa al otro lado de la puerta, giró el pomo y, conteniendo el aire, abrió muy lentamente la puerta.
Era la primera vez que estaba en su habitación. Y tal y como supuso, era igual de pulcra que la habitación del apartamento en Bajoterra.
A veces se preguntaba si toda aquella pulcritud la había adquirido de la disciplina que seguramente recibió en el pasado.
Miró hacia todos lados y distinguió a Aries durmiendo en la cama, pero ni rastros de Twila.
Entró por completo en la habitación, y lo siguiente que pensó lo hizo acercarse, lenta y sigilosamente hacia la puerta del baño, acomodó su cabeza a modo de poder oír si escuchaba la regadera. Y sí. La regadera estaba encendida.
Fue en ese momento que entendió por qué ella no lo escuchó tocar la puerta.
Se alejó de la puerta. Lo que menos quería era que ella sintiera que la estaba acosando.
Cuando se dio la vuelta, Aries lo estaba viendo fijamente.
—No iba a abrir la puerta —le dijo.
Aries achicó los ojos. Mirándolo fijamente. Estudiándolo. Protegiendo la intimidad de su dueña.
Eli comenzó a sentirse nervioso.
Después de un momento Aries decidió que todo estaba en orden. Se paró en la cama y luego bajó de ella. De último salió de la habitación. No sin antes volver a mirarlo. Volver a achicar los ojos. Y volver a estudiarlo. Diciéndole con la mirada: «te estoy observando».
Eli soltó el aire. Una parte de él sintió que Aries no lo terminaba de aceptar. Al igual que el señor Croft.
Bajó la mirada a su mano, en donde sostenía la daga, y empezó a buscar un lugar para ponerla.
Había un par de gabinetes, también un clóset y una mesa de noche con una lámpara encima.
Decidió dejar la daga sobre uno de los gabinetes, así que caminó hacia una de ellas, dejó la daga sobre el mueble, y se percató de que la primera gaveta no estaba bien cerrada.
La empujó para cerrarla bien, pero parecía que había algo que no dejaba que se cerrara del todo. Así que la abrió.
Abrió los ojos como platos porque lo que había ahí dentro eran las llaves. Las que robó. Pero no eran las dieciséis más la llave de la biblioteca. Eran muchas. Muchas. Eran varias hileras. Contó al menos sesenta. Pero no era lo único. Se dio cuenta de que lo primero que vio tan solo era el primer estuche. Debajo de él había al menos dos más.
Ciento ochenta llaves.
Y encontró algo más. Encontró la razón por la que la gaveta no cerraba. Era un álbum de fotografías.
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Secretos de un Shane
أدب الهواةComenzó a acercarse a la puerta hasta que distinguió la voz de una persona murmurar. -Lo siento, Will Shane, pero ya no puedo seguir callando esto. Tu hijo merece saberlo. Un segundo... ¡¿Qué acababa de decir?! -¿Profesor?- habló Eli, quién ya había...