CAPÍTULO 113

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—¡¿Qué?! —gritó Eli.

—Que voy sola —repitió ella como si nada mientras se enganchaba el martillo a la espalda.

Eli cruzó los brazos, enojado.

Twila no le prestó atención, se ajustó los mitones y enfundó su dupla de pistolas en las fundas de sus caderas.

—¿Y ahora por qué...?

Twila lo cortó:

—Hablaré con Natla, y no quiero a nadie más estorbando. Y al que se le ocurra seguirme terminará en el fondo del Mar Ártico, ¿oyeron?

Sin darle tiempo a nadie de responder u objetar sus ordenes, salió del área de carga del yate.

Eli gruñó, frustrado.

La actitud de Twila ya estaba sacándolo de quicio.

—¿Y ahora a ella qué le pasa? —le preguntó Trixie señalando con un dedo el camino que había seguido Twila.

—Eso mismo quisiera saber yo —se unió Kord—. Ella ya era desagradable, y ahora se volvió más desagradable. ¿Qué le pasa?

Eli también quería saber qué le estaba pasando a Twila.

Parecía realmente enojada. Y no tenía idea del por qué. ¿O tal vez sí?

Trixie, al ver la expresión de Eli, le preguntó:

—Tú sabes por qué, ¿no?

Eli la miró, confundido por un momento, pero al profundizar un poco más en el comportamiento de Twila, se dio una pequeña idea.

—Tal vez.

—¿Cómo qué tal vez? —le preguntó Kord.

Eli no quería decirlo. A pesar de que Twila estaba empezando a enojarlo, si tenía razón, seguía sin tener el derecho de revelar lo que le había contado.

Trixie, que seguía razonando en el comportamiento de Twila, llegó a la misma conclusión de Eli.

—Debieron ser esas notas, ¿no?

Eli se sobresaltó al escucharla.

—¿Qué notas? —preguntó Kord.

Trixie no tuvo el mismo tacto que Eli, así que soltó la información sin el apego que él hubiera tenido:

—Cuando ambos fueron a Canadá ella encontró unas notas que el padre de Eli escribió —miró directamente a Kord—. Las leí y muchas hablaban del tiempo que estuvo encerrada en ese laboratorio —arrugó la nariz—, y aunque él dejó escrito que no la rechazó como ella creé, supongo que no se las tomó muy bien —concluyó—: esa actitud nueva empezó después, ¿no, Eli?

Eli siguió rígido en su lugar.

—Tal... tal vez —les confesó—. Pero no puedo hacer nada. Cuando se pone así... solo se obedece a sí misma.

—¿Y se enoja justamente ahora? —se quejó Kord.

Eli de encogió de hombros, apenado.

—Es Twila. Sus tiempos son impredecibles. Y no hay forma de cambiarlos.

—¿Y qué hacemos entonces? —preguntó Pronto—. Creo que todos estamos de acuerdo en que así se vuelve peligrosa para nosotros.

Eli quiso decir algo, pero Kord lo cortó:

—No me sorprendería que ahora realmente nos mandara al fondo del océano.

Le siguió Trixie.

—No lo creo. Según ella, cumple sus promesas. Y recordemos que es una controladora. Lo que pasó en Canadá no se lo esperaba y definitivamente salió de ese control en el que le gusta tener las casas. Eso es lo que debe tenerla así.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora