Era alrededor de las siete de la mañana.
El aeropuerto internacional El Alto estaba rebosando de turistas, personas que llegaban a visitar a sus familiares, y de otras que ingresaban al país por cuestiones de trabajo.
Algunas cuantas de esas personas se percataron de la llegada de un grupo curioso de personas que, a juzgar por los tonos de cabello de dos de ellos, y a sus acentos, no eran sudamericanos.
Formaban un quíntuple peculiar: dos mujeres de buena apariencia y demasiado atrayentes. También vieron a un hombre alto y fornido con una cara de mala leche, a un adolescente de la misma edad que las otras dos, y, por último, a un hombre de baja estatura que tenía el baile de San Vito y no sabía estarse quieto.
El adolescente tenía el cabello de un peculiar color azul, él venía del brazo con una de las adolescentes, ésta otra tenía el cabello rojizo, y sus ojos eran de color verde.
Algún que otro curioso se dio cuenta de la presencia de la no tan célebre arqueóloga inglesa, quien traía en los brazos a una especie de gato blanco manchado. Los que la conocían, únicamente era por algunas apariciones en televisión, a causa de algunos descubrimientos demasiado peculiares para alguien de su edad.
Algunos pubertos les dirigieron la mirada a las dos adolescentes. La pelinegra tenía fama de ser alguien con corazón de hielo, así que, a pesar de las ganas de acercarse, la mirada penetrante e intimidadora que les lanzaba, seguido de su aura de superioridad, era suficiente para mantenerlos lejos.
Así que su afán se enfocó en la otra chica, pero cualquier esperanza se vio frustrada al ver al chico peliazul que caminaba junto a ella, y que, al parecer, se molestó con las miradas que le daban. Incluso se mostró desafiante.
La arqueóloga parecía moverse como pez en el agua, como cabía esperar, y salieron del aeropuerto sin ninguna dificultad.
**********
Lo primero que Twila hizo fue buscar alojamiento para unos cuantos días para los cinco. No sabía exactamente cuánto tiempo estarían ahí, pero mientras más rápido fuera todo, mejor.
No a muchos kilómetros del aeropuerto encontraron una serie de hoteles que recibían a los cientos de turistas que llegaban cada día. En uno de ellos fue que Twila logró alojamiento por una semana, y claro, era su cuenta bancaria la que iba corriendo en esos momentos.
Reservó dos habitaciones: una para Eli, Kord y Pronto; la otra para ella y Trixie.
A continuación, empezó a desplegar su estrategia diplomática tan hábilmente practicada gracias a su padre, y repetida hasta el cansancio, para lograr agilizar todo lo antes posible.
Claro que todo ese teatro lo usaba solo cuando se le daba la gana.
Lo primero fue conseguir ropa adecuada para moverse decentemente en la sociedad.
Eli no estaba acostumbrado a tanto movimiento en tan poco tiempo. Era algo sumamente agotador, y solo se preguntaba cómo fue posible que tanto Twila, Aurora y Trixie ahora parecieran amigas de toda la vida.
Trixie únicamente le dijo que las tres habían aclarado algunos asuntos. Y no le dijo cuáles fueron.
Al día siguiente, la gente se sorprendió de ver a dos mujeres y tres hombres, elegantemente vestidos, que se movían con total soltura por aquel entorno de calles, bares, restaurantes y recibidores de hoteles, que aún no tenían incluidos en su lista de gente VIP; y en las diferentes delegaciones arqueológicas del lugar. Aunque cuatro de ellos no parecían muy cómodos con su entorno, pero sabían comportarse.
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Secretos de un Shane
FanfictionComenzó a acercarse a la puerta hasta que distinguió la voz de una persona murmurar. -Lo siento, Will Shane, pero ya no puedo seguir callando esto. Tu hijo merece saberlo. Un segundo... ¡¿Qué acababa de decir?! -¿Profesor?- habló Eli, quién ya había...