CAPÍTULO 42

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Cuando Eli abrió los ojos, apenas estaba amaneciendo.

Se halló recostado en la suave hojarasca que cubría todo el suelo de la jungla. Movió la cabeza en ambas direcciones para orientarse. Descubrió que ya no tenía el dolor que el día anterior era intolerable. Miró hacia arriba y distinguió que, a pesar de que el sol estaba saliendo, una espesa niebla aún cubría gran parte del cielo.

Vio hacia la izquierda y distinguió a sus babosas durmiendo plácidamente a su lado. Volteó al otro lado y vio una fogata encendida.

Entonces entendió por qué no tenía frío. Y casi al instante se dio cuenta de que Twila no estaba en ningún lado.

Se sentó de golpe y quedó patitieso al recordar que le había vomitado encima.

—Estoy muerto.

—No, pero esta vez casi lo consigues.

—¡Aaah!

Eli sintió su corazón salírsele del pecho en cuanto escuchó a Twila detrás de él.

Ella arqueó una ceja. Ese no era el recibimiento que esperaba después de haberle salvado la vida.

—Veo que ya despertaste. Y que estás mejor.

Eli quedó helado. No pudo moverse ni hablar. Entonces Twila arrugó la nariz.

—No me mires así. Si aún después de haberme lavado cinco veces sigo oliendo fatal, es por tu culpa —agregó irritada.

Eli rio, nervioso. Pero también se percató de que ella estaba completamente empapada, de pies a cabeza, y que traía una bolsa de tela en una mano.

Burpy se despertó de golpe, y en un santiamén, estaba sobre Eli, acariciándolo con su cabecita. Él lo recibió complacido. Y después volvió a dirigirse a Twila.

—Siento lo del vómito. ¿Trajiste ropa extra?

—No. Lo que ves es exactamente lo que traía puesto ayer.

—Estás empapada.

«¡Es que cada día me convenzo más de que eres un verdadero genio, Eli!».

—Oh. ¡¿En serio?! —dijo dramática—. Si no me lo dices no me doy cuenta.

Eli intentó calibrar cuan enojada estaba. Y por lo que veía, ¡estaba furiosa!

Twila se acercó a la fogata. Y la bolsa que traía en la mano, la dejó a un lado.

—Fui a lavarme a un riachuelo que encontré aquí cerca. Y no, no estoy enojada.

Eli volvió a reír, nervioso.

—¿Qué traes en la bolsa?

Entonces Twila tomó la bolsa, la abrió y se la enseñó:

—El desayuno.

Eli se sorprendió al ver dos pescados ahí dentro.

—Este supermercado no está muy surtido, así que tendremos que conformarnos con lo que podamos cazar.

—¿Pescados?

—No tenía ganas de perseguir a un venado durante media hora.

Eli rio. Sabía que ella era muy buena como para perseguir algo durante tanto tiempo.

—Es perfecto —agregó después.

(...)

Aunque el pescado no era su comida favorita, el hambre que tenía lo hizo comerse todo sin objetar. Y mientras lo hacía, Eli se dio cuenta de que Twila apenas comió, y que, al parecer, estaba intentando insistentemente contactar a Zip.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora