Parte 13

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Con la otra mano le sujeto el cabello a la altura de la nuca y tiro levemente para agarrarla bien. Con las piernas completamente abiertas y sin haberla penetrado, desplazo la mano que queda libre hasta su clítoris y empiezo a trazar lentos círculos sobre él, logrando que Yanara comience a mover sus caderas en círculos siguiendo las caricias de mi mano. Suelto su pelo para acomodarla encima de mi miembro erecto, ella gime de placer y posa sus brazos sobre mis hombros. La penetración es absoluta. Cabalga encima de mí, mientras no deja de mirarme a los ojos, llenos de deseo incontrolado. Gimo junto con ella, estaba extasiado, ella grita a la vez que la pasión la devora por completo; la cabeza hacia atrás, la boca abierta y los ojos cerrados. Verla retorcerse encima de mi era tan excitante que sentía que no solo mi pene iba a explotar, sino también mi mente y mi corazón al mismo tiempo que las embestidas se iban sumando. Cuando algo subía desde mis pies hasta mi cabeza, sabia que se trataba de clímax, estábamos tan compenetrados que era inevitable abrazarla mientras mi pene le llegaba en los más profundo de su sexo, jadeando y jadeando, gimiendo y gritando, hasta que no pudimos más de la presión sanguínea que nos recorría el cuerpo y explotamos en el placer más absoluto y ferviente de todos.

El cansancio era una cucharada de miel, estábamos recostados en su cama, desnudos, contemplándonos el uno y el otro, sintiéndonos completos, amados y saciados. Su mirada no seguía siendo la misma que cuando la conocí, algo había cambiado y estaba seguro de ello. Con la intención de descubrir que estaba pasando con ella, me acerco mucho más a su cuerpo y le pregunto: ¿Está todo bien?, colocándole un mechón de pelo atrás de la oreja porque no quería dejar de tocarla. Cuando le hice la pregunta, ella solo bajo la vista y se acurrucó hacia mi. 

- Necesito saber que te pasa Yanara - Dije con tono amable.

- No puedo evitar estar triste - Dijo con notable tristeza en sus palabras - En unas horas me iré de Corea y no quiero dejar de verte.

 - Lo sé. Me pasa igual - Dije resignado - Es difícil entender que nuestros caminos se tienen que separar de alguna u otra manera.

- Pero todo podría cambiar si tú lo quisieras - Dijo con un extraño entusiasmo.

- ¿A qué te refieres? - Pregunté inquisitivo.

- Bueno... - Se sienta en la cama y me mira, mientras se intenta tapar con las sábanas - Si me dices que quieres que me quede yo lo hago. Sé que sientes lo mismo que yo.

- No puedo pedirte eso - Digo pensativo - Seria egoísta.

Deseo PúrpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora