Capítulo setenta y cinco "Sushi"

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Al salir de la escuela en vez de ir directamente a casa, decidí pasar por el centro comercial y pasar lo que restaba de la mañana allí.

Recorrí cada piso, tienda por tienda, hasta que al final cuando ya iba a ir al patio de comidas por algo de almorzar, vi una tienda que llamó mi atención, vendían ropa de bebé. Miré discretamente a mi alrededor que no hubiera nadie conocido y me metí, no pude evitar apoyar una mano inconscientemente en mi vientre al ver todo lo que había.
Me acerqué a un stand donde había pequeñas zapatillas y tomé unas de color lila que simulaban converse, eran preciosas. No dude en comprarlas aún sin saber que depararía el futuro de mi hija, algo en lo que no quería ponerme a pensar en este momento.

Luego de almorzar regresé a casa, como no había nadie, traté acomodar un poco y luego me eché en la cama, quedándome profundamente dormida

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Luego de almorzar regresé a casa, como no había nadie, traté acomodar un poco y luego me eché en la cama, quedándome profundamente dormida.
No sé qué hora era cuando me levanté pero mi padre y mi hermano ya habían regresado.

Cuando salí de mi habitación para ir a la cocina sonó el timbre, mi padre se asomó por la puerta de la cocina —¿Puedes ir a atender?

—claro —respondí sin más.

Abrí la puerta y la cerré tan pronto vi quién estaba del otro lado, bajé la mirada a la ropa que llevaba puesta y mi primer instinto fue correr a mi habitación y cambiarme. Al verme más presentable le abrí a Scott y lo dejé pasar.

—me gusta más como te queda el pijama de Harry Styles —bromeó para luego dejar un pequeño beso en mis labios.

—reí —llegaste a verlo ¿eh? —suspiré —¿Qué haces aquí, lobito?

—yo lo invité a cenar —voltee hacia mi padre incrédula —no me mires así, es en agradecimiento por evitar que te comiera el coyote.

—es su deber salvarle el trasero después de todo ella carga con su...—gruñí casi aniquilando con la mirada a Stiles —¿amor?

—como sea, espero que te guste el sushi.

—ah bueno, nunca...he probado la comida china —dijo algo nervioso.

Mi mellizo rió por lo bajo —es japonesa, bebé —le guiñó un ojo. —¿Vamos a comer? ¡pido los rollos primavera!

—¡no! Esos son míos —fui detrás de él y me subí a su espalda en un intento de pararlo, las risas inundaron la casa.

—bájate, estas muy pesada —se quejó.De un salto me bajé de su espalda, mis ojos se llenaron de lágrimas —ay no —se lamentó —no, no, no...quiero decir...¡ay Dios! No estas gorda, solo que...tú entiendes —señaló con disimulo mi vientre.

—¿Qué está pasando? —preguntó mi padre.

Fui hasta Scott y lo abracé —Stiles me llamó gorda —lloriquee.

—no es cierto, esas no fueron mis palabras.

—Stiles te he dicho mil veces, que no la molestes cuando está en sus días del mes —gruñó.

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