Capítulo ciento sesenta y cuatro "Me preocupas"

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El sonido sutil de las sábanas deslizándose me despertó. Entreabrí los ojos y, a través de mis párpados semiabiertos, vi a Scott vistiéndose en silencio. Se movía con cuidado, como si no quisiera que lo notara. Observé cómo se ponía la chaqueta y se preparaba para salir sin decirme una palabra. La duda me carcomía. ¿A dónde iba? ¿Por qué no me había mencionado nada?

Esperé en silencio, sin moverme. Cuando lo vi salir de la habitación, me levanté rápidamente, siguiéndolo de cerca. Lo vi dirigirse al garaje, y justo cuando estaba a punto de arrancar el jeep, me puse enfrente, obligándolo a detenerse. Su rostro se llenó de sorpresa y confusión.

—¡Han! ¿Qué haces ahí? —preguntó, claramente sobresaltado.

—Eso mismo podría preguntarte a ti —repliqué—. ¿A dónde vas?

Scott suspiró, visiblemente incómodo. —A... ninguna parte.

Me crucé de brazos, incrédula. —¿Y necesitas el jeep para ir a "ninguna parte"?

Él apartó la mirada, evitándome. —¿Qué ocurre, Han? —preguntó, tratando de cambiar el tema.

—No, Scott, la pregunta es por qué te vas sin decirme nada. ¿No confías en mí? —Mis palabras salieron más directas de lo que pretendía.

Scott se tensó, luego suspiró, derrotado. —No es eso... Es que... no lo sé —admitió, encogiéndose de hombros.

Me acerqué decidida y me subí al jeep a su lado. —Iremos juntos a donde sea que necesites ir.

Él negó con la cabeza. —No es necesario, Han.

—Por favor, Scott, déjame ayudarte —insistí, mi preocupación aumentando.

—¿Cómo se supone que me ayudes si ni siquiera yo sé lo que me pasa? —Su voz se quebró, frustrada, pero cargada de miedo.

—¡Habla conmigo! —exclamé desesperada. —¡Dime qué te está pasando!

—¡No puedo! ¡No lo sé! ¡No sé por qué me descontrolé, simplemente no lo sé! — se pasó las manos por el cabello, su frustración aumentando.

—¡Me preocupas, Scott! —Mi voz se suavizó. Todo lo que quería era entenderlo, ayudarlo.

—¡Deja de preocuparte por mí! —gritó de repente. —Lo has hecho desde... pues, desde siempre. Ya no soy ese niño patético con asma. ¡Ya no te necesito!

Sentí como si algo dentro de mí se rompiera. Su declaración me dejó sin aliento. Traté de mantener la compostura mientras asentía lentamente. —Está bien —murmuré, y alcé la mano para abrir la puerta del jeep, lista para irme.

Antes de que pudiera bajarme, Scott me detuvo, agarrándome suavemente por el brazo. —Espera... Lo siento, Ann. No quise decir eso. Yo...

Lo miré fijamente, viendo el conflicto en sus ojos. —Sé que estás asustado, ¿sí? —admití, mirándolo directamente. —Puedo sentirlo, así como puedo sentir todo lo que sientes.

—¿Cómo es posible eso? —frunció el ceño, confuso.

—No lo sé, pero desde la mordida, algo cambió en mí. Ayer, pude oír a la policía en el bosque cuando pensaste que eran cazadores. Yo no tengo oído de lobo como tú o Malia, y aún así lo escuché.

Scott me miraba sorprendido, tratando de procesar lo que le estaba diciendo.

—Soy tu reflejo, Scott. Siento lo mismo que tú, veo y escucho lo que tú. Creo que la mordida nos entrelazó de maneras que no imaginamos —suspiré, agotada por la intensidad del momento. —En fin... me voy a ir, ya que no me necesitas.

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