Capítulo ciento cuarenta y uno "Venciendo a la bestia"

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Al entrar a la clínica veterinaria, el olor a antiséptico y a hierbas calmantes llenó el aire, contrastando con la tensión que sentíamos después de lo que acababa de suceder. Scott y Liam sostenían al doctor entre nosotros, su respiración era débil pero constante, una señal de que todavía teníamos tiempo.

—Sigue vivo —confirmó Scott, su voz firme pero teñida de preocupación mientras miraba al doctor herido.

Deaton, que estaba en medio de una conversación con Stiles, giró hacia nosotros en cuanto escuchó las palabras de Scott. La expresión del druida se endureció al ver al doctor, pero antes de que pudiera decir algo, la voz aguda y emocionada de Melody rompió la tensión.

—¡Mami! ¡Papi! —exclamó, corriendo hacia nosotros con los brazos extendidos, su rostro iluminado por una sonrisa de alivio y felicidad al vernos.

Solté un suspiro que no me había dado cuenta de que estaba conteniendo. Ver a Melody sana y salva, ajena a todo el caos, me hizo sentir un alivio profundo. Dejamos al doctor en una camilla improvisada, y Scott se agachó justo a tiempo para atraparla en un abrazo apretado, levantándola del suelo mientras ella envolvía sus brazos alrededor de su cuello.

—¡Estás aquí! —dijo Melody, su voz llena de alegría mientras hundía su rostro en el cuello de Scott.

Él cerró los ojos y la apretó contra su pecho, como si en ese abrazo pudiera protegerla de todo lo malo del mundo.

Me acerqué a ellos, y Melody extendió una mano hacia mí. La tomé suavemente, dejando que el calor de su pequeño cuerpo me llenara de fuerzas. En ese momento, nada más importaba. Estábamos juntos, y eso era lo único que realmente necesitábamos.

Deaton comenzó a trabajar en el doctor, revisándolo con cuidado. Su expresión estaba llena de incertidumbre, lo que no auguraba nada bueno.

—¿Puedes mantenerlo vivo? —pregunté, la preocupación en mi voz evidente.

Deaton hizo una pausa, mirando al doctor con una mezcla de duda y concentración antes de responder.

—No estoy seguro de que técnicamente esté vivo.

Liam, que estaba cerca, perdió la paciencia rápidamente.

—¡Al diablo con mantenerlo vivo! —dijo con frustración—. ¿Cómo haremos que hable?

Stiles, quien había estado observando en silencio, intervino con un tono oscuro que rara vez usaba.

—En lo personal, creo que podríamos usar más la tortura —sugirió, su voz llena de una intensidad inquietante.

Lo miré sorprendida, incrédula ante lo que acababa de escuchar.

—No hablas en serio, ¿verdad? —le dije, tratando de descifrar si realmente lo estaba considerando. Stiles no solía ser tan extremo, pero la situación parecía haberlo empujado al límite.

Antes de que pudiera responder, una voz interrumpió la tensión en la habitación.

—Él... —la voz sonaba apagada, como si viniera de algún lugar distante.

Liam, Scott y yo nos quedamos quietos, intercambiando miradas de confusión y alerta.

—¿Escucharon eso? —preguntó Liam, escudriñando la habitación con la mirada.

—Ven a mí... —la voz volvió a resonar, esta vez más clara, y todos volteamos hacia el doctor. Scott frunció el ceño, girándose lentamente en dirección a la voz, tratando de localizarla.

—A mí... —la voz repitió, y de repente, el doctor del miedo se levantó de la camilla como si estuviera siendo controlado por algo más. Un sonido agudo y ensordecedor llenó la clínica, sacudiéndonos hasta los huesos.

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