Capítulo ciento sesenta y cinco "Monstruos"

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Más tarde fuimos a la casa de Liam, porque sabíamos que, después de lo ocurrido anoche, no querría salir ni de su casa. No podíamos permitir que se retraiga solo porque algunas personas vieron su verdadera naturaleza. Subimos al jeep y nos dirigimos hacia su casa. Una vez llegamos, entramos directamente a su habitación sin tocar.

El sol apenas comenzaba a iluminar la habitación cuando Scott y yo nos encontramos frente a la puerta del cuarto de Liam. Me apoyé en el marco, observando a Scott mientras tiraba de las mantas de la cama del rubio, con una mezcla de determinación y paciencia.

-¡Liam! -llamó Scott, en ese tono medio autoritario pero cariñoso que solía usar cuando entraba en "modo papá lobo".

-Ah... no, estoy enfermo -murmuró él desde debajo de las mantas, con la voz apagada. Se había acurrucado como si la cama pudiera protegerlo de su responsabilidad.

-No estás enfermo -replicó el alfa, mirando el bulto en la cama con una ceja levantada.

Yo no podía evitar sonreír. Ver a Scott en estos momentos, lidiando con Liam como si fuera su propio hijo, me derretía. Esa mezcla de firmeza y ternura era uno de los motivos por los que me había enamorado de él. Observaba desde la puerta, intentando no intervenir. Scott tenía todo bajo control, y me encantaba verlo así.

-Sí, de verdad estoy enfermo. En serio... -fingió toser con bastante dramatismo- creo que es gripe.

Scott tiró un poco más de las mantas, pero Liam las sujetaba con fuerza, como si de verdad creyera que podía ganar esta batalla.

-No estamos en temporada de gripe -respondió el castaño con esa calma inquebrantable, aunque ya se veía algo frustrado.

-Entonces debe ser neumonía -continuó Liam, sin rendirse, decidido a no enfrentarse al mundo ese día.

-¡Tío Liam! -interrumpió Melody, entrando con su pequeña voz cargada de energía- los lobos no nos enfermamos -luego miró a Scott con esos ojos llenos de confianza- ¿verdad, papi?

-Así es -le dedicó una sonrisa y asintió. Luego volvió a dirigir su atención al bulto que seguía aferrado a las mantas-. Liam, eres un hombre lobo, no te puede dar neumonía. Pero, si te puedes meter en problemas por llegar tarde a la escuela. Así que... ¡vamos! -Con un movimiento rápido, tiró las mantas por completo- ¡andando!

Liam, derrotado, dejó escapar un gemido, y entonces me acerqué, divertida por la situación.

-Leeyum, ya oíste a papá lobo -dije mientras me sentaba en el borde de la cama, mirándolo con complicidad- ¡arriba!

-Han, se supone que tú deberías ayudarme -protestó como un niño pequeño, con una mirada de súplica que casi me hizo reír.

Reí suavemente, dándole una pequeña palmada en el hombro-. Es por tu bien.

-No creo que deba ir a la escuela -insistió, volviendo su mirada a Scott-. O salir a ningún lado. Nunca más.

Scott suspiró, sabiendo que Liam no se rendiría fácilmente. Melody, por su parte, tenía otros planes. Con la agilidad propia de una lobita en entrenamiento, se subió a la cama de un salto y se tiró encima de Liam.

-¡Tío Liam! -gritó alegremente mientras brincaba sobre él- Vamos, los lobitos somos valientes, no tenemos miedo.

La risa se me escapó al ver a Liam forcejeando con Melody. Sin embargo, en un movimiento brusco, tiró de la manta con tanta fuerza que mi pequeña salió volando hacia atrás. Mi corazón se detuvo por un segundo.

-¡Scott! -grité alarmada.

Pero antes de que pudiera moverme, Scott reaccionó con una velocidad asombrosa y atrapó a Melody en el aire. La pequeña estalló en risas, ajena al susto que me había dado.

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