Era de noche y el bosque estaba envuelto en una neblina densa. Los árboles, altos y oscuros, se alzaban como sombras que parecían susurrar secretos. Malia, Melody, Lydia y Scott me rodeaban, sus rostros reflejaban tanto la determinación como el temor.
—Aún podemos atraparlo —dije, tratando de captar su atención mientras avanzábamos entre los troncos retorcidos.
Scott se volvió hacia mí, sus ojos resplandecían con una mezcla de confusión y preocupación.
— ¿A quién? —preguntó, frunciendo el ceño.
— Al asesino —respondí con obviedad, como si fuera la cosa más evidente del mundo—. ¿En qué estás pensando?
— Llevarle la bala a Argent —dijo, como si eso resolviera todo.
Nos acercamos un poco más, la tensión en el aire era palpable.
— ¿Aunque él fuera quien disparó? —inquirí, levantando una ceja.
— En especial si fue él —replicó, mirando por encima de su hombro. — ¿Escuchas eso?
Concentré todos mis sentidos. Sabía que carecía del superoído de un lobo, pero, para mi sorpresa, logré captar algo en la penumbra.
— Los latidos —murmuré, sorprendida por lo que había descubierto.
— Son muchos —agregó Scott, su expresión se tornó más seria al mirarnos de nuevo—. Están aquí.
— ¿Quiénes? —preguntó Lydia, su voz temblorosa, casi asustada.
— Cazadores —dijo, su tono una mezcla de perturbación y miedo—. ¡Corran! —susurró, y en un instante, comenzó a correr.
Lo seguimos, aunque la inquietud se apoderaba de mí.
— ¡Scott, espera! —le grité, pero él no se detuvo ni respondió. Miré a las chicas a mi lado; se encogieron de hombros, pero continuamos detrás de él.
— ¿Me quieres explicar cómo rayos percibiste los latidos? —preguntó Malia, con una mezcla de asombro y curiosidad.
— No tengo idea de cómo lo hice —admití, mi voz apenas un susurro mientras miraba a Scott, que aumentaba la velocidad, cada vez más distante—. ¡Scott! —grité preocupada.
Su mirada, al volverse hacia nosotros, reflejaba algo más que el miedo. Había una desesperación palpable que me hizo el corazón se me encogiera.
De repente, se detuvo en seco. Aproveché la oportunidad para alcanzarlo, pero nos encontramos rodeados de policías con sus linternas encendidas, iluminando el paisaje con destellos inquietantes.
— ¡Scott! —grité, acercándome, mi voz llena de ansiedad.
En un giro inesperado, Scott gruñó, y en un abrir y cerrar de ojos, se transformó frente a ellos. Rugió con fuerza, y se lanzó hacia mi padre, intentando atacarlo. ¿Qué rayos le pasaba?
— ¡Scott! —grité, desesperada mientras me acercaba.
— ¡Cálmate! ¡Cálmate! —pidió mi padre, su voz llena de autoridad y temor—. ¡Scott!
— ¡Papi! —Melody corrió hacia él, su voz un grito lleno de inocencia.
Al oír su voz, algo cambió en Scott. Sus ojos, antes brillantes y feroces, comenzaron a volver a la normalidad. Miró hacia abajo, notando que mi padre sostenía solo una linterna.
Nos miró a todos, y en un instante, los destellos rojos en sus ojos se desvanecieron, regresando al marrón familiar.
— Sí, sí —dijo mi padre, notando que Scott había recobrado la calma—. Vamos, tranquilo. —Se levantó, tratando de infundir confianza en el ambiente—. Tranquilo. —Dirigió una mirada firme a los oficiales—. ¡Todos retrocedan! Solo es un chico.
ESTÁS LEYENDO
AMHES
Hayran KurguDos adolescentes, sin saberlo, comparten un vínculo trascendental: en una vida pasada, fueron amantes y padres de la diosa de los lobos, Ahmes. A medida que el destino los empuja a revivir esa conexión en la época actual, descubren sus roles divinos...