Capítulo ciento dieciocho "Príncipes y Princesas"

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El tiempo paso, yo me encontraba mas fuerte que nunca como si no hubiera estado en coma pero, las sombras de Nueva York aún nos perseguían, especialmente en nuestras pesadillas. Melody y yo revivíamos constantemente el horror de lo vivido con Andrew, y aunque intenté ocultarlo, Scott comenzaba a sospechar.

Una noche, los gritos de Melody nos despertaron a ambos.—¡Papá! ¡Papá! —se escuchaba desesperada desde su habitación.

Scott saltó de la cama y corrió hacia ella. Encontró a nuestra pequeña hecha un bollito contra la cabecera de la cama, con el rostro empapado en lágrimas y aferrando su muñeco favorito.

La tomó en sus brazos, acunándola mientras intentaba tranquilizarla.—Tranquila, cariño, estoy aquí. Todo está bien —le murmuraba, besando su frente.—¿Qué soñaste, pequeña? —le preguntó suavemente, pero Melody no respondió.

Melody sollozó, aferrándose a él con desesperación.—No dejes que el hombre malo me haga daño.

Scott la miró con determinación, sus ojos llenos de amor y protección.—Amor, escúchame. No dejaré que nadie te haga daño, ¿entendido? Estoy aquí para protegerte siempre —dijo con voz firme pero tranquilizadora.

Ella asintió con la cabeza, sus sollozos comenzando a calmarse mientras se aferraba a Scott como si fuera su escudo contra todo mal.

—¿Puedo dormir con ustedes? —pidió ella con voz temblorosa, sus ojos llenos de terror.

—Claro que sí, mi vida—contestó Scott sin dudarlo, llevándola a nuestra habitación. La acostó entre nosotros, y aunque Melody aún estaba aferrada a él, comenzaba a calmarse.—Hannah, ¿qué está pasando? —me preguntó en un susurro, sin apartar la mirada de nuestra hija.

Su tono era serio, cargado de preocupación.Miré a mi pequeña y luego a Scott, sintiendo una opresión en el pecho. Sabía que no podía seguir ocultándolo. Las imágenes de lo ocurrido comenzaron a invadir mi mente, y antes de darme cuenta, las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro.

—Scott, yo... —empecé, pero mi voz se quebró. Tomé aire y comencé de nuevo— Andrew... no solo nos acosó. Nos amenazó con un arma. Intentó entrar al apartamento para hacernos daño. Lo enfrenté, pero no pude evitar que Melody lo viera. Lo ha estado reviviendo en sus pesadillas desde entonces.

Melody, escuchando mi relato, comenzó a temblar de nuevo. Se aferró con más fuerza a Scott.—Papi, no dejes que nos pase otra vez —susurró, su voz quebrada por el miedo.

La incredulidad y la furia se reflejaron claramente en el rostro de Scott. Se apartó de la pequeña, quien se aferró aún más a él con miedo, y se volvió hacia mi

—¿Por qué demonios no me dijiste nada? —gruñó, su voz llena de dolor y decepción.

Mordí mi labio inferior, sintiéndome abrumada por la reacción de Scott.—No quería preocuparte. Pensé que... pensé que podíamos manejarlo nosotras solas. pero, Robbie estuvo ahí para protegernos —dije, buscando desesperadamente justificar mi silencio.

Él cerró los puños con fuerza, su mandíbula tensa por la ira contenida.—¿Le hizo daño a Melody? —preguntó, sus ojos buscando los míos con intensidad.

—No, usé mi magia para salvarla y la llevé al departamento y luego Robbie nos ayudó —respondí rápidamente, sintiéndome culpable por no habérselo dicho desde un principio.

Scott se apartó de mí, caminando de un lado a otro de la habitación con gestos bruscos.—Ese debí ser yo —murmuró con amargura, su voz llena de frustración y tristeza.

Me acerqué a él, tratando de tocar su brazo para consolarlo, pero se apartó bruscamente.—No deberías habérmelo ocultado, Hannah. Eso era algo importante, algo que necesitaba saber para proteger a mi familia —dijo Scott, su tono firme pero lleno de dolor.

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