Dos adolescentes, sin saberlo, comparten un vínculo trascendental: en una vida pasada, fueron amantes y padres de la diosa de los lobos, Ahmes. A medida que el destino los empuja a revivir esa conexión en la época actual, descubren sus roles divinos...
Nos quedamos allí todo el día. No podía apartarme del lado de Hannah. La tomé de la mano, sintiendo su piel fría y pálida contra la mía, suplicándole con cada fibra de mi ser que despertara.
—Por favor, Hannah —susurré, con la voz quebrada—. No puedo dejarte ir. No estoy listo. Melody te necesita. Yo te necesito. Por favor, vuelve a nosotros.
Melody estaba a mi lado, sus pequeños dedos entrelazados con los míos, sus ojos hinchados por el llanto. Cada vez que miraba su carita, veía el reflejo de Hannah y sentía que el mundo se desmoronaba un poco más.
—Mamá, por favor —Melody susurró, su voz temblorosa—. Despierta. Te extraño tanto.
Las horas pasaban lentas y pesadas. La habitación del hospital se sentía sofocante, llena de una tristeza palpable. Noah y Stiles nos dieron espacio, pero sus miradas de preocupación eran constantes. Sabían lo difícil que era para mí, y aunque intentaban ser fuertes, también luchaban con su propio dolor.
—Hannah, amor, no puedo hacer esto sin ti —continué, las lágrimas corriendo por mi rostro—. Recuerdo cuando te conocí. Nunca pensé que encontraría a alguien tan increíble. Has sido mi roca, mi todo. Por favor, no me dejes ahora.
Melody apoyó su cabecita en mi brazo, susurrando palabras de ánimo a su mamá, como si sus pequeños deseos pudieran hacer la diferencia.
—Papi, ¿crees que mamá nos escucha? —preguntó Melody, su voz apenas un susurro.Le acaricié el cabello con ternura, intentando mantener la compostura.
—Quiero creer que sí, cariño. Quiero creer que nos escucha y que está luchando por volver a nosotros.
La noche llegó, y seguíamos allí, aferrados a la esperanza. Los monitores emitían un constante pitido que se mezclaba con nuestros susurros y oraciones. Sentía que cada minuto que pasaba era una batalla perdida, pero no podía renunciar a la esperanza.
—Hannah, hemos pasado por tanto juntos. Hemos superado obstáculos y encontrado el amor en medio de la adversidad. Por favor, no te rindas ahora. No puedo hacerlo sin ti
Melody se quedó dormida en mis brazos, agotada por las emociones del día. La acomodé con cuidado en una silla cercana, cubriéndola con una manta.
me incliné sobre el rostro de Hannah. Acaricié su mejilla con ternura, sintiendo el contraste entre su piel suave y la frialdad que emanaba de ella. Apoyé mi frente contra la suya, cerrando los ojos y dejándome llevar por la marea de emociones.
—Annieh, por favor —susurré, mi voz quebrada por el dolor—. No quiero perderte. No estoy listo para decirte adiós. Necesito que despiertes, por Melody, por mí. Te amo tanto, no puedo imaginar mi vida sin ti. —dejé un suave beso en su frente.
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Las lágrimas cayeron libremente por mi rostro, empapando nuestras mejillas. La imagen de nuestra vida juntos, los momentos felices, las risas, todo se desvanecía lentamente, y el vacío que dejaba era insoportable.