Capítulo ciento treinta y nueve "Somos un equipo"

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Estuvimos un rato en el salón, el ambiente cargado de tensión mientras Scott reflexionaba sobre lo que debía hacer. Melody estaba en mis brazos, protegida por mis alas, y yo no podía dejar de mirar al castaño, buscando alguna señal de que tal vez cambiaría de opinión.

El silencio se prolongaba, solo interrumpido por el sonido lejano de la batalla que continuaba afuera. Sentía el peso de la situación en cada fibra de mi ser, esperando que Scott reconsiderara, que encontrara otra manera.

—Salgan y busquen un buen escondite —ordenó Scott, mirándonos a Melody y a mí con determinación.

—¿Tú qué harás? —pregunté, sintiendo cómo la ansiedad comenzaba a crecer en mi pecho.

—Enfrentar a la bestia —respondió, decidido.

Mi corazón dio un vuelco. —¿Estás loco? ¡No te dejaré hacer eso! —exclamé, incapaz de contener mi miedo.

Kira, que hasta ese momento había estado observando en silencio, intervino. —Hannah, no podemos quedarnos aquí. Tenemos que hacer algo —dijo, intentando mantener la calma.

Me volví hacia ella, todavía aferrada a la idea de no dejar que Scott se enfrentara solo a ese peligro. —Por supuesto, pero no vamos a enfrentarlo.

Scott me miró con una mezcla de ternura y firmeza. —Hannah, voy a estar bien —aseguró, aunque su voz temblaba ligeramente.

Sentí que las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos. —¿Y qué tal si no? —le susurré, mi voz quebrándose—. ¿Y qué tal si esta vez te pierdo y no puedo recuperarte?

Él se acercó más y tomó mi rostro entre sus manos, su expresión suave. —Regresaré a ti, lo prometo —dijo con una convicción que quería creer con todo mi corazón.

Antes de que pudiera responder, escuché la suave voz de Melody desde su refugio entre mis alas. —Papi, no lo hagas —dijo, su tono suplicante—. Por favor, no me dejes.

Scott me lanzó una mirada, pidiéndome con un gesto que liberara a Melody de mis alas. A regañadientes lo hice, y él la sostuvo en sus brazos con una ternura infinita.

—Cariño, tengo que hacer esto para protegerte. No vas a perderme —le aseguró, manteniendo la calma por ella.

—¿Lo prometes? —dijo Melody, sus ojos grandes y llenos de preocupación.

Él asintió, dándole un beso en la frente. —Lo prometo, mi amor. —Luego, me miró a mí, su expresión se endureció con resolución—. Salgan de aquí, vuela a casa.

—Scott... —Intenté protestar, pero él acarició mi mejilla, interrumpiéndome.

—Estaré bien —dijo con una leve sonrisa, aunque podía ver el miedo oculto en sus ojos.

Suspiré, sabiendo que no había forma de convencerlo. —Está bien —murmuré, resignada.

—Te amo —dijo Scott antes de inclinarse para besarme.

—También te amo, Scottie —respondí con una triste sonrisa, tratando de grabar ese momento en mi memoria.

—¿Y a mí? —preguntó Melody, alzando su pequeño rostro para vernos.

Scott rió suavemente y la abrazó con más fuerza. —A ti también te amo, Dulce Melodía.

Me uní a él, acariciando el cabello de nuestra hija. —Y yo igual, Cielo.

Después de un último y doloroso vistazo a Scott, tomé a Melody y la sostuve cerca de mí. Salimos del salón, dejando atrás a Scott con un nudo en la garganta y el miedo apretando mi corazón. Mientras caminábamos por los pasillos oscuros, el instinto me decía que debía quedarme cerca, aunque sabía que Scott no me lo perdonaría.

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