Capítulo ciento cuarenta y siete "Stiles"

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Entré a la habitación y me encontré con Scott sentado en la cama, sin remera y con solo su pantalón de dormir, jugando distraídamente con su palo de lacrosse. La sombra del stick atrajo su atención hacia la pizarra de corcho que teníamos en la pared. Había un espacio vacío en el centro de la pizarra que no recordaba haber visto antes.

Scott se levantó, y al hacerlo, tras caminar unos pasos, se clavó una chincheta en el pie. Soltó una maldición suave mientras la retiraba y, al inclinarse para recogerla, sus ojos se encontraron con una foto en el suelo. La recogió, y al verla, algo en su expresión cambió.

Me acerqué y observé la imagen sobre su hombro. Era la misma que nos tomó Sidney el día de las fotos para el anuario. Lydia, Malia, Scott y yo estabamos sentados en la mesa de picnic de la escuela, sonriendo para la cámara.

—Es una linda foto —murmuré, sintiendo una calidez en mi pecho.

Junto a nosotros, justo en medio de Scott de Lydia y de mí, había un espacio. Parecía que alguien más debía estar ahí, pero no recordaba a nadie más en ese momento. Solo era una sensación persistente, como si algo estuviera fuera de lugar.

Él asintió. —Lo es, pero la mejor la tengo ahí. —Señaló la pizarra donde había colgado otra foto. En esa imagen, también tomada por Sidney, Scott me estaba abrazando y nos besábamos, ajenos al mundo.

—Sin dudas mi favorita —dije, poniéndome de puntas para dejar un beso en su mejilla. Scott sonrió y colocó la foto del anuario en su lugar en la pizarra. Lo observé mientras lo hacía, notando la leve preocupación en su rostro.

—¿También piensas que había alguien más ahí? —pregunté, señalando el espacio vacío en la foto.

Scott se quedó en silencio por un momento antes de responder. —Quizás... es solo una sensación extraña. No puedo quitarme de la cabeza que algo nos falta.

Me coloqué frente a él, apoyando mis manos en sus hombros para llamar su atención. —Oye, no te preocupes por eso. Lo resolveremos, siempre lo hacemos.

El castaño asintió, sonriendo apenas. —Sí, es cierto.

Miré su pecho desnudo y, a pesar de la preocupación, una sonrisa traviesa se formó en mis labios. —Ahora, no puedo creer que vaya a decir esto, pero... —Bajé la mirada, suspirando dramáticamente—. Debes vestirte, hay escuela.

Scott levantó una ceja, divertido. —¿Realmente te dolió decirme eso, eh?

—No sabes cuánto —admití, riendo mientras él me tomaba por la cintura y me acercaba a él.

—Hey, ¿cuándo fue la última vez que me tocaste? —pregunté, susurrando en su oído.

—La noche del cumpleaños de Melly —respondió, recordando ese momento. —Fue hace una semana. No es tanto.

—Pues, se siente como si hubiera sido hace una eternidad —dije en un tono de broma, pero con un toque de sinceridad.

Scott me miró con esa sonrisa que siempre lograba desarmarme, y por un momento, las preocupaciones y las sensaciones extrañas desaparecieron, dejando solo el ahora y el nosotros.

—Prometo compensarte luego — dejó un suave beso en mi frente antes de alejarse para buscar su ropa.

Lo observé mientras caminaba hacia el armario, y un impulso repentino se apoderó de mí. Sin pensarlo dos veces, avancé y lo empujé por el pecho, haciendo que se tambaleara hacia atrás hasta chocar contra la pared. La sorpresa en sus ojos me hizo sonreír, y sin decir una palabra, me incliné para buscar sus labios. El beso fue intenso, cargado de esa pasión contenida que había estado acumulándose durante la semana.

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