Capítulo ciento treinta y siete "Lydia"

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Esa misma noche llegamos a Eichen House, el hospital psiquiátrico que ahora se erguía como un símbolo de nuestros peores temores. La estructura, con su fachada sombría y gótica, parecía devorar la poca luz que quedaba del día. La luna llena colgaba sobre nosotros como un vigilante silencioso, mientras los faros del coche se apagaban al estacionarnos en la entrada principal.

El plan era sencillo en la teoría: llegar durante el horario de visita para no levantar sospechas. Pero en la práctica, cada paso que dábamos dentro de ese edificio parecía cargado de tensión, como si la oscuridad misma conspirara contra nosotros.

—Por favor, recuerden seguir el procedimiento de visita. La casa Eichen tiene una amplia gama de pacientes y —el enfermero hizo una pausa, lanzándonos una mirada seria mientras su tono se volvía más firme— no podemos garantizar la seguridad si no siguen las reglas.

Malia, Kira y yo intercambiamos miradas, todas conscientes de lo frágil que era la situación. El ambiente dentro de Eichen era tan opresivo como lo recordaba, las paredes parecían encerrar un mundo lleno de desesperación y oscuridad.

Una vez que el enfermero nos dejó en la sala de espera, pude notar cómo Kira y Malia también estaban tensas, sus cuerpos rígidos mientras intentaban mantener la compostura. El ambiente opresivo de Eichen House parecía absorber cualquier vestigio de seguridad que habíamos intentado mantener. Cada sombra en las esquinas y cada eco lejano de los gritos de los pacientes reforzaban el peso de la misión que teníamos por delante.

Esperamos hasta que el enfermero se distrajo en la recepción. Nos miramos de nuevo, y con una señal casi imperceptible de Malia, nos deslizamos por el pasillo donde nos ocultamos para la siguiente fase del plan.

Nos mantuvimos en silencio, ocultas detrás del mostrador de la recepción, mientras el enfermero pasaba a nuestro lado, persiguiendo al paciente desnudo que había aparecido de la nada. El caos que ese hombre había provocado resultó ser una inesperada ventaja para nosotras. Apenas el enfermero desapareció por el pasillo, salimos rápidamente de nuestro escondite.

—Ahora o nunca —susurré, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a recorrer mi cuerpo.

Nos movimos con rapidez hacia la puerta de la sala de seguridad, que estaba justo detrás de la recepción. Kira fue la primera en llegar, girando la perilla con cuidado antes de empujar la puerta para que se abriera. Malia y yo la seguimos de cerca, asegurándonos de no hacer ruido. Una vez que estuvimos dentro, cerró la puerta con un suave clic.

—Entramos —dijo Kira, visiblemente aliviada—. ¡Lo hicimos!

Por un momento, el alivio inundó la pequeña habitación. El hecho de haber llegado tan lejos sin haber sido descubiertas era un logro en sí mismo, pero Malia nos devolvió a la realidad rápidamente.

—No se emocionen, salir es lo difícil—advirtió, mirando su celular donde había puesto un cronómetro. —Doce minutos —anunció, manteniendo la vista fija en el cronómetro. Cada segundo que pasaba nos acercaba más al momento crítico.

Nos miramos, sabiendo que tenía razón. Estar dentro de la sala de seguridad era solo una pequeña victoria; el verdadero desafío estaba por venir. Malia se acercó a la caja donde estaban los cables de electricidad y la abrió con destreza. Dentro, los cables se enredaban y conectaban a los diversos sistemas que alimentaban a Eichen House.

Me acerqué a la caja de cables, tratando de calmar el tumulto en mi mente mientras evaluaba el panorama. Los cables estaban envueltos en una capa de ule, lo que dificultaba ver exactamente cuáles debía manipular. Tomé el papel con los planos que había revisado previamente para confirmar cuál era el cable correcto.

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