Capítulo ciento veinticuatro "Orgullosa de ti"

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Llegamos al departamento de policía, estaba tal cual lo había visto en mi visión.Aunque los paralizados ya comenzaban a moverse, pude ver a una policía ayudando a mi padre a ponerse en pie, iba a ir pero Scott se adelantó con rapidez.

Vi el reguero de sangre y me preocupe, estaba segura de que le pertenecía a Lydia. Mi hermano y yo fuimos a buscarla, siguiendo el rastro.

—Mel, quédate con papá —la miré de reojo mientras me alejaba.

Entramos a la oficina y vimos a Kira tratando de detener la sangre que Lydia estaba perdiendo, ella ya estaba casi inconsciente.

—torniquete —dije acercándome mientras buscaba algo que con que hacerlo. Theo se quitó el cinturón y me lo pasó, tuve que aceptarlo. Rápidamente y con algo de ayuda lo ajusté alrededor de su herida parando la hemorragia. —vas a estar bien, Lyds —murmuré —por favor, no te vayas, quédate conmigo.

Natalie apareció de repente sorprendida la ver el estado de su hija —¡ay Dios! —se acercó rápidamente.

—Stiles, Hannah —Scott nos llamó —¡chicos! —insistió.

Me puse de pie y me acerqué a mi chico, limpiándome las manos con mi blusa, tenía mucha sangre y ya estaba perturbandome un poco.

—chicos, vámonos —hizo un ademán.

—ayuden a Tracy—dijo la pelifresa como pudo.

Asentí antes de bajar al sótano, donde estaba Malia junto al cuerpo de Tracy —Malia —dije decepcionada.

—no fui yo —aseguró.

Nos acercamos al cuerpo —¿Qué diablos le pasó? —preguntó nuestro padre.

—había unas personas, tenían máscaras —me miró —como las que describiste, las de tu visión, Han los vi —dijo aterrada —eran tres, tres personas.

—tranquila —dije suavemente intentando calmarla —te creo.

—¿De qué estás hablando? —inquirió mi hermano.

—eran fuertes, Stiles. Tenían un arma —se desesperó —¡yo no hice esto!

—te creo, te creo —asintió.

—ella no cambiará de nuevo, debemos sacarla de aquí —Deaton volteó a ver a Scott.

—oye, por supuesto que no —negó el sheriff.

—¿mami? ¿Papi? —escuchamos la voz de mi hija.

—volteé hacia la entrada y estaba por contestarle cuando escuchamos un grito desgarrador. Sin dudarlo, corrí hacia arriba.

Al llegar a la oficina, vi a Melody parada en la puerta, sus ojos llenos de horror. En el suelo, Lydia yacía mal herida, esperando por la ambulancia. La escena era desgarradora, y se suponía que la pequeña no tenía que verla.

Melody comenzó a llorar al ver a su tía en ese estado. Lydia era su madrina y alguien a quien quería muchísimo, por lo que verla así era demasiado para ella.

—Cariño, ¿por qué no te quedaste en la recepción? —pregunté alejandola de la puerta.

—¡No quería estar sola! —sollozó Melody, aferrándose a mí.La abracé, tratando de calmarla.—No quería que vieras a Lydia así —le dije con suavidad, acariciándole el cabello.

—¿La tía Lyds va a estar bien? —preguntó, sus ojos llenos de lágrimas y miedo.

Me arrodillé a su lado, tomando sus pequeñas manos en las suyas.—Haremos todo lo posible para que se recupere, cariño —le dije con una voz calmada—. Pero necesitamos que seas fuerte, ¿de acuerdo?

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