Capítulo ciento treinta y uno "Siempre te elegiré a ti"

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Scott se metió al baño, supuse que a desinfectar la herida, me acerqué a la puerta decidida a ayudarlo con eso como él lo hizo alguna vez conmigo.
Cuando entré al baño, vi a Scott frente al lavamanos, sin remera, con la herida sangrante en el pecho. Se miraba al espejo con desesperación, su rostro reflejaba la lucha interna que estaba viviendo. Golpeó el lavamanos con fuerza, haciendo que el ruido resonara en el baño.

Luego alzó la mirada hacia el espejo y sus ojos brillaron con un destello débil, intentando transformarse. La frustración se hizo evidente cuando gritó y volvió a golpear el lavamanos.Me acerqué con pasos decididos, sintiendo el peso de la preocupación en mi pecho. Sin hacer ruido, me situé detrás de él y, con ternura, dejé un beso en su hombro. Deslizando mi mano en una caricia desde ese punto suavemente por su brazo hasta su mano, le murmuré-Déjame ayudarte.

Scott giró la cabeza hacia mí, sus ojos llenos de dolor y resignación.-Hannah, no puedo -murmuró afligido.

-¿Qué? -inquirí, confundida y alarmada.

-No puedo transformarme, ni sanar -dijo apenado.

Un nudo se formó en mi estómago al escuchar sus palabras. El alivio de verlo allí, aunque herido, se vio empañado por la angustia que sentía. Lo miré fijamente, intentando entender el alcance de su sufrimiento.-¿Qué te hizo? -pregunté, con un mal presentimiento.

-Me envenenó, me dio un inhalador con wolfsbane -explicó, con voz quebrada. -Lo usé todo el día.

Una ola de culpa y preocupación me envolvió, dándome el impulso necesario para actuar. Sabía que no debí haber dejado a Scott solo con Theo.-Vamos a curar eso -dije, tratando de mantener la calma. Tomé lo necesario del botiquín y tiré de su mano hacia la habitación. -Acuéstate.

Scott obedeció, y con cuidado, me senté sobre su pelvis para comenzar a desinfectar la herida. Me miró con una mezcla de curiosidad y diversión.-¿Es necesario? -preguntó, con un atisbo de humor en su voz.

-Cállate -respondí con una sonrisa que apenas comenzaba a formarse. -Tengo que estar cómoda para hacerlo.

-Con sentarte a mi lado basta -dijo, dándome un toque de ternura.

-Me gusta aquí -repliqué, rozando su piel con mi mano. -¿A ti te molesta?

Scott me rodeó con un brazo, acariciando suavemente mi cintura. Sus dedos recorrían mi piel con un cariño que me llenaba de calidez.-No -dijo, con un tono que demostró que lo decía en serio.

Mientras me concentraba en desinfectar la herida de Scott, la atmósfera en la habitación se tornó más intensa. La preocupación por su estado y el dolor en sus ojos hicieron que mi corazón latiera con fuerza. Cuando tomé las gasas y me preparé para aplicar el vendaje, Scott se inclinó hacia mí, sus movimientos lentos y cuidadosamente medidos.

Su rostro se acercó al mío, y en un instante, nuestros labios se encontraron en un beso que fue una mezcla de desesperación y cariño. El roce fue suave al principio, como si ambos estuviéramos temerosos de causar más dolor. Pero la necesidad de sentirnos conectados, de buscar consuelo en medio del caos, hizo que el beso se profundizara. Sentí el calor de sus labios contra los míos, y en ese breve momento, el mundo exterior desapareció.

La intensidad de la conexión entre nosotros se hizo evidente, a pesar de su dolor.Cuando se separó, un gemido de dolor escapó de sus labios, y me di cuenta de que había sido demasiado brusco al moverse. Su expresión se torció en una mezcla de angustia y afecto.

-No deberías moverte tanto -le dije, preocupada, mientras intentaba asegurarlo en la posición en la que estaba.

-Valió la pena -murmuró, acostándose de nuevo y sonriendo con tristeza.

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