Capítulo ciento cincuenta y uno "Canaan"

84 5 0
                                    

Al día siguiente, fuimos al departamento de policía para hablar con mi padre sobre lo que había ocurrido en el jeep con la radio. Ambos estábamos ansiosos por contarle lo que habíamos descubierto, convencidos de que entendería.

—Bien, escucharon una voz en la radio y ahora están convencidos de que es la voz de...—empezó a decir mi padre, claramente escéptico, después de que Scott y yo le explicáramos lo sucedido.

—Stiles, es su hijo —dijo Scott, intentando sonar seguro y calmado.

—¡Ajá! —respondió, aún sin creer lo que le decíamos. —O tal vez solo fue una señal aleatoria.

Sentí la frustración burbujear dentro de mí. —Papá, por favor —dije, tratando de mantener la calma—. Stiles es mi hermano. Puedo sentirlo.

Mi novio, tratando de reforzar nuestro argumento, sacó las llaves del jeep y las puso sobre el escritorio del sheriff para que las viera. —Peter nos dio las llaves del jeep y pudimos encenderlo —explicó—. El jeep de Claudia.

Mi padre frunció el ceño, claramente aún no convencido. —Ah, espera, ¿se supone que debo confiar en Peter Hale? —preguntó con sarcasmo.

Respiré hondo y di un paso adelante. —Quiero que confíes en mí —le dije, mirándolo directamente a los ojos—. Escuché a Stiles en la radio, estoy segura, y Scott y Lydia también lo escucharon.

Mi padre se quedó en silencio por un momento, y por un segundo pensé que quizás lo habíamos convencido. Pero luego negó con la cabeza.

—Si lo hubiera escuchado...—comenzó a decir Scott.

—Pero no fue así —lo interrumpió con un tono de frustración.

Intentó de nuevo. —Pero sí...

—¡Ya basta, Scott! —exclamó el sheriff, su voz elevándose mientras nos miraba a ambos con el ceño fruncido. —¡Y tú también, Hannah! Basta. —Tomó las llaves del jeep y las deslizó de nuevo hacia el castaño.

Sentí un nudo en la garganta mientras miraba a mi padre, tratando de no dejar que las lágrimas se acumularan en mis ojos. Estaba claro que no íbamos a conseguir nada más aquí.

—Vamos, es inútil —dije en voz baja, tomando la mano de Scott y tirando de él para salir de la oficina de mi padre.

Caminamos en silencio hacia la salida del departamento de policía. La decepción pesaba en el aire entre nosotros. Sabía que mi padre estaba asustado y preocupado, pero también sabía en mi corazón que Stiles estaba ahí afuera, y que teníamos que encontrarlo. No importaba cuántas puertas se cerraran, no íbamos a detenernos.

Finalmente, nos reunimos con las chicas y tomamos la decisión de ir a Canaan. La urgencia de encontrar respuestas y descubrir el paradero de Stiles pesaba en el ambiente, impulsándonos a actuar. Sin embargo, sabíamos que no podíamos llevar a Melody a un lugar potencialmente peligroso, así que decidimos dejarla con Melissa en el hospital.

Al llegar, esperábamos que todo fuera rápido y sencillo. Melissa siempre había sido de gran ayuda y su nieta la adoraba. Pero ese día, algo cambió. Melody, usualmente tranquila y obediente, hizo lo que nunca había hecho en su corta vida: un berrinche monumental.

—¡No quiero quedarme! —gritó Melody, sus ojos llenos de lágrimas mientras se aferraba a mi pierna—. ¡Quiero ir con ustedes!

Melissa trató de calmarla, agachándose a su altura. —Cariño, sé que es difícil, pero ellos tienen que ir a hacer algo importante. Vamos a divertirnos aquí juntas, ¿te parece?

Pero la pequeña no estaba dispuesta a escuchar razones. —¡No! —protestó, su voz quebrándose—. ¡No quiero quedarme sola! ¡Quiero estar con ustedes!

AMHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora