Capítulo ciento setenta y uno "La última batalla"

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Era un hermoso atardecer, el sol descendía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y anaranjados. La luz cálida se filtraba a través de las ventanas, iluminando suavemente la sala y creando un ambiente acogedor. Scott estaba dormido en nuestra habitación, su rostro sereno en el silencio de la tarde, mientras Melody y yo estudiábamos en la mesa, los libros abiertos a nuestro alrededor.

El suave sonido del viento moviendo las hojas afuera y el canto distante de los pájaros me dieron una paz momentánea, pero fue el toque en la puerta lo que me sacó de mi concentración. Al abrirla, me encontré con Chris Argent, que sonreía con su característica amabilidad.

—Hola, Han —dijo, su voz tranquila contrastando con la energía en la habitación—. ¿Está Scott?

—Hola, Chris —respondí, haciéndome a un lado para dejarlo pasar. —Sí, solo... tengo que despertarlo.

—No es necesario, esperaré aquí —dijo, con una leve sonrisa, manteniendo una distancia respetuosa.

—Está bien, no me tardo. —Entré de nuevo y me dirigí a la habitación, sintiendo una ligera inquietud al ver a Scott. Su cabello oscuro caía desordenado sobre su frente, y un rayo de luz dorada iluminaba su rostro, acentuando los rasgos que tanto amaba. Me acerqué a él, sentándome al borde de la cama y observando su expresión tranquila. En ese instante, recordé todo lo que habíamos enfrentado en los últimos meses: los cazadores, el enfrentamiento con el anukite, las tensiones de la universidad, y la nueva vida que nos esperaba.

Con ternura, acerqué mi mano a su mejilla, acariciándola suavemente. —Amor —murmuré—, cariño, tienes que despertar.

—¿Mhm? —respondió, aún medio dormido, abrazándome y atrayéndome hacia él. Me acomodé sobre su pecho, riendo suavemente.

—Tienes que levantarte, Chris vino por ti —le recordé, intentando mantener la seriedad.

—No quiero —dijo, imitando a Melody, su voz aún adormecida y risueña.

—Tienes que, o no me dejarás salir nunca —contesté, riéndome mientras intentaba zafarme de su abrazo.

—Aun no, hay algo que quiero hacer primero —sonrió, sus ojos brillando con un destello travieso que me hizo sentir un escalofrío de anticipación.

—¿Ah sí? ¿Qué...? —No pude terminar la pregunta antes de que sus labios se encontraran con los míos, interrumpiéndome en una explosión de calidez y dulzura. El beso era suave, casi como un susurro, pero al mismo tiempo cargado de significado. Me dejé llevar, entregándome a esa conexión que siempre había entre nosotros.

—Scott —susurré contra sus labios, sintiendo su risa vibrar entre nosotros. Era un sonido que siempre me llenaba de alegría.

—Solo un momento más —respondió, sus ojos aún cerrados, como si quisiera disfrutar de la calidez de la cama y de nuestro pequeño mundo.

Su mano seguía acariciando mi cintura, dibujando suaves círculos que me hacían sentir como si flotara. Cada caricia parecía tener su propia melodía, y por un instante, el resto del mundo desapareció.

—Si continúas así, nunca vamos a salir de aquí —dije, tratando de mantener un tono juguetón mientras me resistía a caer de nuevo en su abrazo.

—Entonces no te muevas —sonrió, abriendo un poco los ojos para mirarme con esa luz especial que siempre me hacía sentir como si fuera la única persona en el mundo.

—Chris está esperando, y probablemente tiene cosas importantes que decirte —le recordé, aunque mi voz sonaba más débil de lo que esperaba.

—¿Importantes? —preguntó, como si la palabra tuviera un sabor amargo. —¿Desde cuándo los cazadores tienen cosas importantes que decir?

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