El primer día de clases de Melody llegó más rápido de lo que esperaba. Aunque en realidad no era su primer día, Scott y yo habíamos decidido tratarlo como tal para ayudar a Melody a superar la mala experiencia que había tenido en Nueva York. Sabíamos que el bullying que sufrió todavía la afectaba profundamente.
Esa mañana, fui a despertarla con una sonrisa. —¡Buenos días, cariño! Hoy es tu primer día de clases —le dije suavemente, pero Melody se escondió debajo de las mantas, negándose a salir. —Vamos, Mel, sé que estás nerviosa, pero va a ser diferente esta vez —intenté persuadirla, pero ella no quería saber nada al respecto.
—No quiero ir, mamá —respondió desde debajo de las mantas, su voz amortiguada pero claramente decidida.
Luché un buen rato tratando de convencerla de que saliera. —Melody, te prometo que esta vez será mejor. Tienes nuevos amigos por conocer y cosas nuevas por aprender.
—¡No! No quiero ir —dijo con más firmeza, aferrándose a sus sábanas.
Justo cuando estaba a punto de intentarlo de nuevo, Scott apareció en la puerta.—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con una sonrisa.
Me volví hacia él con una expresión resignada, mientras Melody se aferraba a su refugio debajo de las mantas. —no quiere ir a la escuela. Está demasiado asustada por lo que pasó antes.
Scott sonrió y se acercó a la cama, con esa mirada decidida de siempre. —Vamos a ver si el monstruo de las cosquillas puede hacer algo al respecto—anunció, comenzando a hacerle cosquillas a la pequeña.
Entre risas y retorcimientos, Melody seguía firme en su decisión. —¡No quiero ir! —repitió, aunque ahora entre risas, lo que era un pequeño avance.
Nos miramos y supe que tendríamos que hablar seriamente con ella. —Cariño, ¿por qué no quieres ir a la escuela? —le preguntó su padre, con ternura en su voz.
—Porque... porque no quiero que me lastimen otra vez —confesó Melody, sus ojos llenos de miedo.
Scott y yo intercambiamos una mirada, buscando la manera de tranquilizarla. —Cariño, te prometemos que esta escuela es diferente. Papá y mamá siempre estarán aquí para ayudarte —le dije, acariciando su cabello.
—Y si alguna vez te sientes mal o alguien te hace sentir mal, solo tienes que decírnoslo. Nosotros te apoyaremos — agregó Scott.
Melody dudó un momento antes de finalmente asentir.—¿Prometen que será diferente esta vez?
—Lo prometemos. —respondimos al unísono.
Después de mucha persuasión, logramos sacar a Melody de la cama. Mientras la vestía y peinaba, comenté —Creo que ya necesitas un corte de pelo, ¿no crees?
Ella se negó rotundamente. —No, mami, no quiero —protestó.
—Está bien, no hay problema Princesa —reí aceptando su decisión mientras terminaba de arreglarle el cabello.
Bajamos a desayunar, y Scott se había adelantado y preparado sus favoritos. —¡Hice tus favoritos, Mel! —anunció, sirviéndole un plato.
—¿Waffles, papá? —preguntó nuestra hija, con un brillo de esperanza en sus ojos.
—Sí, mi amor —respondió Scott, sonriendo y entregándole el plato. —hoy será un gran día, ya verás.
Después de desayunar y arreglarnos, nos dirigimos a la escuela. Melody se detuvo en la entrada y se abrazó a las piernas de Scott.—Papi, vámonos. No quiero estar aquí.
Él se agachó para estar a su altura.—No podemos hacer eso, pequeña. Es importante que vayas a la escuela.
Mi bebé, con lágrimas en los ojos, susurró —No quiero entrar. —Scott la abrazó.
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AMHES
أدب الهواةDos adolescentes, sin saberlo, comparten un vínculo trascendental: en una vida pasada, fueron amantes y padres de la diosa de los lobos, Ahmes. A medida que el destino los empuja a revivir esa conexión en la época actual, descubren sus roles divinos...