Vamos a la rueda de la fortuna. - agarré la mano de Justin.
Traté de avanzar, pero él se mantuvo rígido, quedando congelado en su lugar. Su mirada se inclinó hacia arriba a la parte posterior del juego. Los niños pequeños saludaban felices a sus padres que miraban desde abajo.
- ¿Qué pasa? - pregunté.
- ¿Estás segura de que no quieres ir a alguna otra cosa? - miró alrededor.
Se movió girando sobre sus pies, su mirada fija en mí. Una mirada pasó por sus ojos, una que no había visto antes. Le sonreí mientras seguía mirándome.
- ¿Tienes miedo a las alturas, Justin? - pregunté.
Tenía la mandíbula apretada.
- No, no tengo miedo. - protestó. - Es solo que no estoy tan cómodo con estar tan lejos del suelo. - gruñó, haciendo un gesto a la altura de la rueda.
No podía dejar de reír. Pero pronto me quedé en silencio mientras miraba al chico hermoso parado frente a mí.
- __. - advirtió.
- Está bien, iré sola.
Empecé a caminar, yendo a la cola antes de oír a Justin dejar un exasperado bufido. Le miré, su mandíbula seguía apretada.
- No. - respondió apresuradamente. Soltó un suspiro y cerró los ojos. - No irás sola.
A veces, su natural instinto sobre-protector era muy útil. Me observó atentamente en cuanto agarré su hombro, poniéndome de puntillas.
- No te preocupes. Te cogeré de la mano, si quieres.
- Ugh, deja de burlarte. - se quejó mientras me reía.
***
- La peor atracción de mi vida. - gruñó.
- Podrías haberlo disfrutado si no hubieras estado todo el tiempo con los ojos cerrados. La vista era increíble. - sonreí.
Me negué a escuchar sus quejas, algo atrapó mi atención detrás de donde estaba Justin.
- Vamos. - le agarré de la mano.
Nos detuvimos bruscamente en un puesto de diversiones.
- Esa tortuga es mía. - enfoqué la mirada en el juguete de peluche.
Justin se reía mientras le entregaba un par de monedas a la operadora.
- Me encantará ver esto. - bromeó.
Quería demostrar que estaba equivocado. El hombre detrás del stand explicó que necesitaba derribar las tres latas apiladas en la parte trasera. Me dieron tres bolas verdes. Los primeros dos disparos estuvieron frustrantemente cerca, justo rozando las latas. Justin me miró con una sonrisa antes de que derribara dos de los molestos obstáculos para mi premio.
- ¡Oh, vamos!
Justin se rió.
- Tengo la precisión, sólo me falta la fuerza. - murmuré.
- Déjame intentarlo. - habló, tocó mi cadera moviéndome fuera del camino.
Vi a Justin derribar las tres latas con la pelota que quedaba. Se giró hacia mí, con una sonrisa satisfecha en su rostro.
- Las aflojé para ti. - hablé.
- Si, si, claro. - me entregó la tortuga que había ganado.
- ¡Gracias! - dije, inclinándome hacia arriba para presionar un beso en su mejilla.
Estábamos a punto de irnos cuando una madre y su hija pequeña se acercaron a Justin. La niña se aferró a la mano de su madre, escondiéndose detrás de sus piernas mientras miraba a Justin con la boca abierta.
- Lamento molestarlo, pero a mi hija le gustaría ese oso de allí. - señaló al oso. - Pero esque soy inútil en estos juegos. - susurró despreocupadamente. - ¿Te importaría intentarlo por ella, por favor?
- Claro. - sonrió.
La mujer le entregó el dinero a la operadora antes de darle las tres bolas a Justin. Me quedé con ellas mirando cómo Justin mostraba su destreza, las tres aplaudimos cuando las latas se cayeron. Se giró sonriendo, inclinándose a la altura de la niña pequeña.
- Aquí tienes cariño. - sonrió pasándole el oso.
- ¿Qué se dice? - instó la madre.
- Gracias. - habló la niña en voz baja.
- De nada.
Mientras Justin se ponía de pie, la madre le agarró el antebrazo.
- Muchas gracias. - habló en voz baja.
Él le asintió con la cabeza, mostrando sus hoyuelos. Tomó mi mano, alejándonos de ellas. Miré hacia atrás para ver a la niña, abrazando a su oso con fuerza contra su pecho.
- Eso fue muy dulce por tu parte. - dije.
Él murmuró en respuesta, con la cabeza hacia abajo. Pero me di cuenta de que tenía las mejillas ligeramente teñidas de color rosa.
***
Oí a Justin maldecir mientras sacaba el teléfono de su bolsillo trasero. Sus grandes ojos verdes miraron la pantalla, obviamente reconociendo el nombre de la persona mientras una leve sonrisa se extendía en sus labios carnosos. Abrí la boca antes de que mi cerebro pudiera procesar la situación.
- ¿Quién es?
Justin me miró, sus grandes ojos fijos en los míos. Era evidente que no estaba preparado para mi pregunta.
- Umm... - luchaba por responder.
- No hace falta que me lo digas, sólo es curiosidad. - hice una pausa, sin dejar de mirarlo, él teléfono sonaba entre nosotros. - E-es solo que siempre pareces feliz cuando te llaman, que solo me preguntaba... - me interrumpió en voz baja.
- Es un viejo amigo. - asintió casi como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo.
- Oh, vale. - me mordí el labio.
Él contestó la llamada, rápidamente diciéndole a la persona misteriosa que esperara, antes de mirarme.