- Maldita sea. - exclamé.
Mis palmas se presionaron en la ventana mientras Justin se detenía en un camino de piedra. Era seguro decir que nunca había visto una casa así, tal vez con la excepción de algo en la televisión. Justin había minimizado por completo el tamaño y la belleza del lugar.
- Lo sé, ¿verdad? - Justin rió suavemente.
Nos detuvimos en el borde de la hierba, una serie de otros coches, no todos ellos aparcados tan claramente como el de Justin, estaban alineados en todos los colores. Aunque el coche de Justin era el único negro de los presentes.
Pequeñas piedras crujían bajo mis vans mientras caminaba alrededor de la capota para encontrarme con Justin. Mi cuerpo se ajustó estrechamente al suyo, un abrazo fijándome en su sitio. Sus dedos extendidos por encima de mi hombro izquierdo, la acción que reafirmaba su promesa de mantenerme a salvo, siempre bajo su protección.
Nuestros pasos perturbando la grava, el movimiento casi al mismo tiempo del ritmo de los golpes bajos, pesados, a través de la otra parte del silencioso campo. Mis piernas trabajaron con doble velocidad, dos pasos para cada zancada de Justin, mientras no acercábamos a la casa de aspecto moderno. Era un gran edificio de ladrillos rojos, música tronando contra los cristales de las ventanas, enredaderas de flores bonitas trepando por cada lado de la puerta principal.
Coberturas gruesas marcaban los límites que bordeaban la casa y deseé poder volver a visitar la casa de Hayley en el sol y sin la música destructiva.
- Vamos por la parte trasera.
Estaba claro que él había estado aquí antes, me guió a otra entrada escondida de la vista en una primera aproximación. El cuerpo de Justin se movió detrás del mío, alentándome hacia la puerta trasera de la propiedad.
- No tiene sentido llamar, simplemente entra.
Nos recibieron con una gran sonrisa, Hayley me envolvió en un abrazo antes de dirigirse hacia Justin.
- Me preguntaba cuándo llegaríais. - bromeó.
El azul de su vestido de verano se complementaba con su tono de piel más oscuro, resplandeciendo el color marrón de su iris con una sonrisa que le llegaba a sus ojos.
- Gracias por invitarnos.
- Me alegro de que estés aquí.
Hayley agarró mi mano y me guió a través de la masa de gente al otro lado de la cocina. Como siempre, Justin siguiéndome de cerca por detrás, su presencia sombreando mis movimientos.
- ¿Quieres un trago? - Hayley luchó para hacer oír su voz.
Asentí con una sonrisa. Una mano se cerró en mi hombro mientras Justin se inclinaba sobre mí un poco para llegar a la oreja de Hayley. Mi tarea de descifrar las palabras de su boca no tuvo éxito. Pero el significado de la conversación en voz baja se redujo cuando Justin se separó segundos después.
- Por supuesto que no. - ella respondió con firmeza.
Tenía la sensación de que Justin le estaba enseñando mi nivel de tolerancia al alcohol, y desde la pequeña cantidad que ella vertió en el vaso reafirmó mis sospechas. No me importó, sin embargo, nunca había sido una bebedora compulsiva.