Mi mente estaba en otras cosas mientras pasaba el cuchillo sobre el pan tostado, esparciendo la mermelada morada. No había oído a Justin entrar en la cocina. Me sorprendió cuando sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura desde atrás. Sonreí mientras tarareaba en mi oído, apoyando su cabeza sobre mi hombro. Cosquilleándome el cuello con sus labios gruesos dejando besos tentadores a través de mi piel.
- No me gusta despertarme solo. - murmuró. - Pensé que ya habías empezado a correr.
Sus palabras me confirmaron que mi suposición era correcta. Estaba asustado.
- Tuve que conseguir ventaja, con lo largas que son tus piernas. - bromeé.
Esto sólo le animó aún más, sus dientes mordiendo mi hombro expuesto mientras él juguetonamente gruñía. Me moví de su dominio, riendo mientras me apretaba entre su cuerpo y la mesa. Sus ojos se posaron en mi boca en cuanto traje mi labio inferior entre mis dientes. Vi cómo su lengua rosada salió, mojando sus labios.
- Oh, um...
Los dos rápidamente volcamos a ver a mi madre que estaba en la puerta. Sus ojos rápidamente levantándose, no segura sobre a dónde mirar ya que Justin estaba en sus holgados pantalones de ejercicio de color gris. Sin embargo, esto no pareció perturbarlo mientras él le sonrió, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura por la espalda antes de besar la parte superior de mi cabeza. La camiseta de Justin quedándome suelta en el hombro, y silenciosamente me alenté a ponerme unos shorts. Mi cabello cayendo en cascada sobre mi parte frontal en ondas. Al parecer, yo había heredado las mejillas rosadas de mi madre.
- Voy a um... solo...
Se dio la vuelta rápidamente y se dirigió por el pasillo hacia la sala de estar. No era mi intención que mi madre nos descubriera así, pero no había nada que pudiera hacer al respecto de la situación. Sin embargo, el hombre que actualmente estaba besando mi cuello parecía no tener ningún descontento con la escena. Besé a Justin en la mejilla, moviéndome hacia la puerta. Una risita escapó de mis labios mientras tomaba mi mano, sin esfuerzo jalándome de espaldas a él. Dejando un beso fuerte a mi boca antes de mover la cabeza a la puerta en indicación. Chillé cuando apretó mi nalga, ligeramente palmeándola en aliento.
- Ve y ponte una camiseta. - me reí.
Lo vi tomar con descaro un bocado de la tostada antes de correr hacia la puerta y subir las escaleras hasta mi habitación. Mi cuerpo tomó una respiración profunda cuando me preparé para tener la conversación inevitable con mi madre. La encontré sentada en el sofá, con los ojos como dardos a mí cuando entré por la puerta.
- ____. - ella sonrió.
Se levantó de su puesto, rápidamente envolviendo sus brazos alrededor de mí. Me sonrió mientras besaba mi mejilla. Llevó sus manos a mis hombros, sosteniéndome con el brazo extendido, mirándome con curiosidad. Su cabello castaño tomado en una coleta, su suave mirada azul sosteniendo la mía. Su uniforme de enfermera todavía adornándola, el color pálido algo que no le gustaba de trabajar en el hospital.
-Así que tú y Justin...
Un rubor se deslizó sobre mis mejillas mientras le asentí con la cabeza ligeramente, me resultaba un poco difícil encontrar su contacto visual. Ella me apretó los hombros.
- ¿Tuvisteis cuidado? - sus cejas se elevaron inquisitivamente a mí.
- Oh Dios, mamá sí. - me retorcí.
Ella asintió son su cabeza ligeramente en alivio, su sonrisa regresó. El calor no había tenido la oportunidad de desaparecer de mi cara antes de que otra ola de vergüenza rodara a través de mí.
Me llevé a toda prisa el pelo adelante para cubrir el lugar donde yo sabía que los labios de Justin habían traído sangre a la superficie de mi cuello. Un recordatorio de nuestras actividades íntimas la noche anterior. Mi madre murmuró algo acerca de ser joven mientras se reía.
- Te dije que era dulce.
No tenía idea de los acontecimientos que habían tenido lugar desde que había visto por última vez a Justin. Pero me encontré a mí misma sonriendo, ella tenía razón.
- Realmente me gusta. - admití en voz baja.
Aún no le había dicho a nadie mis verdaderos sentimientos por Justin. Pero la expresión en el rostro de mi madre mostraba comprensión, ella era plenamente consciente de lo que había dejado sin decir.