¿Por qué me dijiste que me detuviera? - le pregunté.
Mis dedos siguieron trazando sobre las líneas de su estómago mientras nos acostábamos juntos.
- Soy un firme creyente de que primero van las damas.
Su voz hizo hincapié en "firme", apretando mis caderas. Me reí, situándome más a su lado mientras él tiraba de las sábanas por encima de nuestras cabezas.
Mi brazo descansaba sobre su cintura.
- Bueno, señor Bieber, su caballerosidad le precede. - bromeé. - Pero me gusta verte llegar. - hablé en voz baja, evitando su mirada juguetona.
- Oh, sí.
- Tus ojos se cierran y te muerdes el labio. - le dije cuando rodaba mi pulgar sobre el labio inferior hinchado.
- Bueno, me gusta cuando gritas mi nombre.
Estaba a punto de decirle que se callara cuando un tono que reconocí procedente del móvil de Justin. Las sábanas se enrollaron firmemente alrededor de mí mientras mi calor se subió a la cama. Tiró apresuradamente de sus bóxers que habían sido dejados en el suelo antes de tomar su teléfono del bolsillo trasero de sus pantalones. Lo examiné con curiosidad por su reacción a la persona que llamaba, la cancelación de la línea antes de volverse hacia mí.
- Voy a comprobar si la puerta está cerrada con llave.
- Sí está. - contesté bruscamente. - Pusiste la cadena cuando entramos.
- Sólo quiero asegurarme.
- No me dejes.
Sabía que sonaba un poco llorica, pero no quería que me dejase sola.
- Dos minutos. No me voy a ningún lado. ¿Qué voy a hacer? ¿Saltar por la ventana?
Me reí.
- Está bien.
Cuando pasaron cinco minutos, decidí levantarme y lavarme los dientes. Me aseguré la sábana como una toalla debajo de los brazos, y fui al cuarto de baño contiguo. Al enjuagar mi boca, tomé una mejor visión de mí misma en el espejo. Pronto me di cuenta de que no había mucho que pudiera hacer con mi pelo rebelde, peinándolo con mis dedos por los mechones sueltos detrás de mis orejas. Mis mejillas estaban un poco sonrojadas, pero no me importaba el color. Eso contrastaba en gran medida con el azul profundo de mis ojos.
Eché un vistazo al reloj. Habían pasado unos buenos 10 minutos ahora y me encontré a mí misma por el pasillo en busca de Justin. Él estaba en la sala, de espaldas a mí mientras apretaba el teléfono a su oreja. La longitud de sus piernas era una característica en la cual me encontraba a mí misma celosa. Pero mi admiración por el cuerpo de Justin fue empujado a un lado.