Jazzy POV;
Esperé a que mi madre regresara de vuelta, había ido a comprar más bolsas de té. Vagué sin rumbo por la sala de estar. Ella siempre tenía la casa ordenada, recordé cómo regañaba siempre a Justin para que recogiera los calcetines sucios de la alfombra y de la forma en que se quejaba. Sonreí débilmente mientras posaba los ojos en la foto que siempre estaba en la mesa pequeña de la esquina. Éramos Justin y yo. Sonreíamos a la cámara mientras mi madre sacaba la foto.
A menudo me preguntaba dónde estaba, qué estaba haciendo, si nos echaba de menos. Habían pasado cuatro años desde que lo había visto por última vez, cuatro años desde que se fue. Mi hermano mayor, sólo tenía quince cuando atacó a mi novio. Negué con la cabeza, tratando desesperadamente de escapar de los horribles recuerdos. Nos quedamos sorprendidas. Tenía que crecer más rápido de lo que era, tómo la responsabilidad de el único hombre de la casa. Justin había tenido que pegarle hasta casi matarle, para darme cuenta de que estaba saliendo con un hombre cruel y repugnante. Pero ya era demasiado tarde. Justin nos dejó esa noche.
Habíamos tratado desesperadamente de encontrarlo. Pero era como si él se hubiera ido de la faz de la Tierra. Salté cuando el teléfono sonó, limpiando rápidamente las pequeñas lágrimas que no había notado que caían de mis ojos. Me aclaré la garganta antes de pulsar el botón verde.
- ¿Sí?
- Oh, hola, umm, ¿está Pattie Bieber? - tartamudearon con voz ronca.
Fruncí el ceño antes de responder.
- No, acaba de salir. Soy su hija, ¿quieres que le diga algo?
Hurgué en el cajón y cogí un bloc de notar y un bolígrafo. Me aclaré la garganta, tratando de obtener alguna respuesta de la misteriosa llamada. La línea quedó en silencio.
- ¿Quieres que le diga que te llame? - sugerí.
Estaba a punto de colgar, pensando que la llamada había muerto antes de que una voz masculina hablara de nuevo.
- ¿Jazzy? - susurró.
Tragué el nudo en mi garganta, mi corazón latió contra mi pecho. No podía ser. La única persona que llamaba... De repente creí que me iba a desmayar.
- Oh, Dios mío.
El teléfono cayó de mi mano, haciendo un estrepitoso ruido al caer al suelo. Cerré los ojos, me encontré perdida en mis pensamientos. Después de un segundo mi mente se encontró con mi cuerpo y caí de rodillas. Agarré el teléfono con urgencia.
- ¿J-Justin? - supliqué desesperadamente.
- ¿Estás bien? - preguntó.
Podía oír la leve diversión en su voz. Siempre era un descarado.
- Hermanito. - murmuré, con lágrimas en los ojos. - ¿Dónde estás?
- En mi casa. - su tono de voz me dijo que estaba rodando los ojos.
- Oh, Dios mío, tienes casa. - confirmé tranquilamente. - Y tu voz se ha vuelto tan profunda.
Para mí, él todavía era el chico de dieciséis años. El adolescente torpe y loco de pelo claro.
- Jazzy, tengo diecinueve años. - dijo con total naturalidad.
Las lágrimas salieron de nuevo, rodando por mis mejillas. Nos perdimos cuatros de su vida. El corazón me dio un vuelco ante la idea de que él había hecho todo por su cuenta. Había dejado la casa cuando todavía era un niño. No podía soportar la idea de lo que había pasado por su mente hace cuatro años. Nuestras reacciones al evento en el jardín trasero le obligaron a creer que la gente que le amaba, estaba aterrorizada de él.
- Te hemos echado de menos, Justin. - susurré. - Dios mío, te hemos echado mucho de menos.
Mi llanto se convirtió un poco irregular mientras intentaba controlar las emociones. Lentamente me deslicé hasta el suelo, agarrando con fuerza el teléfono, desesperada por oír su voz. Desesperada por no volver a perderlo otra vez.
- Por favor, Jazzy, no llores. - murmuró.
- Quiero verte. - susurré efusivamente.