Bruscamente inhalé mientras los dedos de Dan se apoderaban de mi mejilla, una vez más, inclinando mi rostro hacia el espejo. Me sorprendió al ver la imagen de una chica quebrada delante de mí. Mis ojos estaban aguados, tratando desesperadamente de evitar las lágrimas amenazantes. El derrame en mi tierno labio inferior era sangre seca manchando la zona. Mi mejilla era rosa, en la piel había algunos toques de oscuridad.
- ¿Has visto lo que ha causado?
Mi mano se apoderó de su mano, quitándola. No tenía ganas de ponerme de pie y escuchar su voz varias veces regañándome. Ya había tenido suficiente.
- ¡Basta! - grité, tomándonos a ambos por sorpresa. - ¡Tú no sabes nada!
Dan parecía sorprendido por mi arranque, mi cuerpo retrocedió en el vestuario. Apresuradamente recogí mi bolsa, empujando mi pelo hacia atrás sobre mis hombros y caminando rápidamente hacia la puerta trasera.
- ¡____!
- ¿Puedes cerrar? - le hablé en voz baja antes de hacer una salida precipitada.
Salté cuando mi teléfono comenzó a vibrar, hurgué en el bolso antes de extraer el dispositivo que exigía mi atención. Mi cabeza se precipitó a mi alrededor, una figura fue capturada por el rabillo del ojo. El joven modesto siguió caminando por el sendero al otro lado de la carretera, tomé una respiración profunda. Mi nivel de ansiedad se había disparado por los cielos, la tarea de cruzar la calle se encontraba un poco difícil. Traté de mantener mi cabeza hacia abajo, peinando mi cabello a un lado en un intento de ocultar los moretones en la mejilla. Apreté el botón verde, levantando el teléfono a la oreja.
- Hola hermosa.
Un respiro fue inhalado fue involuntariamente con tensión, apretando mi pecho. La última persona que me saludaba con estas palabras había pagado su enfado con mi cara.
- ¿____? Cariño, ¿estás bien? - su tono ronco estaba confundido.
Me tragué el sollozo intentando escapar.
- E-Estoy bien. - lo tranquilicé de forma poco convincente.
Justin hizo una pausa por momento, contemplando mi respuesta antes de continuar.
- Tengo muchas ganas de verte. - podía oír su sonrisa a través del teléfono. El sonido de su voz había comenzado a funcionar por arte de magia en mi estado nervioso - ¿Sigues en el trabajo para que te recoja?
Pero mis ojos se ampliaron rápidamente en pánico, no podía dejar que me viera así. La amenaza de Scott hizo eco en mi mente, no dejaría que nadie le hiciera daño a Justin. Tenía que protegerlo, y si eso significaba ocultar una información determinada de él, entonces que así sea. Mis pensamientos se arremolinaban mientras barrían mi cerebro en busca de una excusa creíble, cualquier cosa para mantener la distancia entre nosotros.
- N-No, iré... Iré a casa de un amigo.
- Oh vale. - la decepción en su tono rompía mi corazón.- Bueno, te puedo llevar. - sugirió.
- No, Justin... Voy a caminar. - hablé en voz baja . Él era inconsciente de que había hecho una salida dramática en la tienda.
- ¿Seguro que estás bien? Suenas molesta.
Las voces en el fondo se habían desvanecido ligeramente, removiendo a si mismo del entorno ocupado para hablar conmigo en un ambiente más tranquilo.
- No es nada, sólo un día agotador en el trabajo. - mentí completamente, restando importancia a los acontecimientos que había tenido lugar. Él no tenía por qué saberlo.
- ¿Fue el idio*ta de la tienda? - Justin preguntó con fuerza. - Voy a patear su cu*lo si te ha hecho algo.
Cerré fuertemente mis ojos, típico de Justin. Si hubiera visto mi cara hubiera hecho algo más que tirar un par de golpes. La idea me hizo estremecerme. Continué a hacer mi camino a casa, volviendo a caminar por el sendero.
- No, tú no tienes que patearle el cu*lo a nadie. - me reí ligeramente.
Mi sonrisa se mezcló con gotas saladas picando contra mis heridas.
- Bien. - la diversión fue clara en su voz, rápidamente cambió de tema. - Quiero cocinar para ti. - Justin hizo una pausa. - Bueno... cuando digo cocinar, me refiero a coger el teléfono y pedir comida a domicilio. Pero la intención es lo que cuenta, ¿no?
- Me encanta. - sonreí, momentáneamente me dejé llevar por sus gestos dulces antes de que la realidad me golpeara. Dolorosamente tragué saliva, mirando mi reflejo en la ventana de mi puerta.
- Me tengo que ir Justin. - hablé, luchando por mantener la compostura.
- Vale, te llamo más tarde pequeña.
- Adiós. - susurré.
- Adiós preciosa.
Terminé la llamada, no pude mantener una comprensión de cualquier tipo de serenidad deslizarse a través de mis dedos. Apenas pude llegar dentro de la seguridad de mi casa antes de caer al suelo, llorando mientras me acurrucaba con mis rodillas en el pecho. Mi espalda pegada a la madera dura de la puerta principal, liberé mi temor en lágrimas petrificadas.