Mis pensamientos se volvieron de nuevo a la actualidad cuando un pasajero hizo sonar la campana para que el conductor se detuviera en una parada. De repente me sentí un poco débil, reconociendo el camino familiar. Me levanté de mi asiento, tratando de mantener mis brazos doloridos lejos de chocarse contra cualquiera de las otras personas que estaban de pie en el transporte lleno de gente.
Di las gracias al conductor, tropezando en el autobús y en el pavimento. Por mucho que quisiese prolongar el tiempo antes de tener que enfrentarme a Justin, el atardecer empezaba a relajarme. El aire era cálido, pero yo no tenía ganas de estar sola cuando cayó la noche, la imagen de un hombre enfurecido entrando en mi mente me animó a que me apresurara a lo largo de la ruta.
Sabía que él estaría esperándome. Mis pies encontraron los escalones para llegar al apartamento de Justin, un desafío. Mis dedos se revolvieron en mi cabello, dejando que las ondas caigan en parte sobre mi cara para quitar el énfasis de los moretones teñidos de bordo. Tranquilicé el temblor de mi mano, ya que subió a tocar a la puerta de madera oscura delantera del apartamento de Justin. Sus pasos se escucharon segundos más tarde, viajando hacia la sólida barrera entre nosotros y rápidamente abriéndola. Se quedó callado, mirándome fijamente antes de bajar la vista y moviéndose a un lado, dejándome pasar.
Miré la espalda de Justin mientras cerraba la puerta. Estaba nerviosa, conteniendo la respiración mientras él inhalaba profundamente, casi como si se estuviera preparando para mirarme. Cuando finalmente lo hizo, no fue difícil darse cuenta de la tristeza que había en sus ojos, arrastrándose a través de mi cara. Sus mechones claros cayeron desorganizados, sus labios estaban pálidos a comparación del rosa saludable que normalmente tienen. Mi puño se apretó alrededor de la correa de mi bolsa, los dedos de Justin apartaron ligeramente mi cabello lejos de mi cara. Vi cómo inclinó ligeramente la cabeza, mirándome para tener una mejor visión. La mirada de la evaluación se acopló con la tristeza, la pun*ta de los dedos largos de Justin suavemente inclinando mi cabeza más arriba.
Estaba tan tranquilo. Anormalmente tranquilo. Lo odiaba.
- ¿Qué te pasó en la cara? - dijo Justin casi en un susurro. Era la pregunta inevitable por la que yo había rezado que nunca saliera de sus labios. - Trataste de cubrirlo. - su pulgar rozó la marca que había tratado de ocultar con maquillaje.
Hice un esfuerzo para alejarme con una mueca de dolor pero el control de Justin no me lo permitió. Su toque cuidadosamente trazando por encima de mi labio inferior.
- No quería que te preocuparas. Me caí... fue un accidente. - dije forzosamente.
Me resultaba difícil mantener contacto con sus ojos penetrantes. El miel helado que me mantiene cautivada, el dolor que comenzaba a endurecerse. Sus cejas se habían arrugado en un ceño profundo, apretando la mandíbula con mis palabras. Ira.
Sentí que mis manos comenzaban a temblar cuanto su toque se apartó de mi cara, el cuerpo de Justin acercándose. Mi respiración era irregular, los ojos enfocados frente a mí. Sus suaves labios rozaron mi cuello antes de pasar a la oreja, nuestros pechos tocándose.
- ¿Crees que soy tan ingenuo como para creer eso, no? - susurró su tono áspero.
Mis labios entreabiertos, los ojos muy abiertos. Justin lo sabía.
Se retiró un poco, dejándome un poco de espacio. La altura de Justin ayudó a la intimidación que tenía sobre mí.
- No sé lo que me enfada más, si el hecho de que no me lo dijiste tú misma o el hecho de que tuve que averiguarlo por otros medios. - Justin hizo una mueca.
Sus palabras persistían, incapaces de encontrar mi voz. No tenía ni idea de cómo responder, con la boca seca abriéndola únicamente para cerrarla segundos más tarde.
- ____, fuiste atacada. - se hizo eco la voz de Justin - ¡El gilipo*llas te golpeó!
Su aumento repentino del volumen me hizo saltar, lo que provocó las lágrimas derramándose por mis mejillas mientras sollozaba. Todavía estábamos de pie en su vestíbulo, un lugar donde habían ocurrido bastantes acontecimientos. Cuando Justin me robaba besos juguetones al saludarme, o cuando tiraba de mí al interior de su apartamento. Pero esas imágenes parecían tan distantes mientras miraba al chico que bloqueaba enfadado la puerta.
- ¿Sabes quién me lo dijo?
Me quedé en silencio mientras la oscuridad en los ojos de Justin comenzaba a hormiguear, consumiendo el bonito color miel. Daba miedo lo rápido que podía transformarse.
- Ese hijo de Oops! de tu trabajo, Dan. - espetó.
A medida que asimilaba la información, llegué a darme cuenta de que Justin nunca había hablado con Poppy, sino con Dan. Hice una mueca cuando la alta figura de Justin me rozó mientras pasaba. Me apresuré a ir tras él, me quedé parada en el umbral que marcaba el límite de la cocina. Fue por el fregadero, la cabeza gacha, los músculos retorciéndose en su espalda a través del material de la camisa mientras agarraba la encimera.
- Necesito otro trago. - murmuró Justin para si mismo.