Había llegado a casa, tirando mi bolso en la puerta. Mis emociones se habían calmado un poco, todavía un poco agitada pero nada comparado a cuando había huido. No tenía ganas de enfrentarme a cualquiera, optando por caminar a casa en lugar de tomar el autobús lleno de gente. La suave brisa parecía calmar mis nervios, secaba mis lágrimas húmedas que corrían por mis mejillas. Mientras reflexionaba sobre lo que irremediablamente tenía y no había dicho, me agaché, hurgando en los cordones de mis botas. Lo único que anhelaba era meterme en la cama y perder el conocimiento, algo para aliviar el dolor de mi corazón con el que se había apoderado. Pero mis acciones cesaron abruptamente. El golpe fuerte y estruendoso de la puerta fue inesperado, tomándome por sorpresa y sacudiendo mi cuerpo.
Justin.
Desesperadamente busqué con la vista, abriendo la puerta. Pero a medida que miraba hacia arriba, no era lo que yo había esperado. Chaz se paró frente a mí, estaba jadeando, las gotas de sudor brillaban en su frente. Su expresión era algo de desesperación y miedo.
- ¿Chaz? ¿Qué pasó? - le pregunté con inquietud.
Su mano agarró mi brazo.
- Tienes que venir conmigo. - dijo.
- ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Dónde está Justin?
Mi voz mostraba signos de angustia, mi voz tembló cuando expuse la última pregunta en un soplo de pánico. Oh Dios, Justin.
- Ven conmigo, te lo explicaré en el camino.
No me molesté en mi sudadera, en vez de eso, agarrando las llaves en mi bolso, cerré la puerta y a carreras de velocidad después de que Chaz ya estuviera en el vehículo que había sido dejado al correr. Me apresuré a entrar, tomé un lugar en el asiento del pasajero. El coche se puso en movimiento antes de que tuviera la oportunidad de ponerme el cinturón, mirando ansiosamente a Chaz por algún tipo de explicación sobre su repentina llegada.
- ____, Justin está perdido, salió a buscar a Scott.
Mi estómago cayó, agarrando firmemente los dedos de la tela del asiento con las palabras apresuradas.
- Chaz. - respondí para animarlo a continuar.
- Él lo encontró.