- ¿Estás enamorado de ella?
Mi brazo izquierdo enganchó la cintura de Justin, mi mejilla apretada a su espalda. Habría dado cualquier cosa por estar en casa, el televisor encendido, sentada en el sofá con Justin durmiendo en mi hombro mientras yo jugaba con su pelo. Pero cuando abrí los ojos todavía estábamos aquí, mi corazón se desplomó.
Fui guiada alrededor para estar al lado de Justin, las manos casi fusionadas con la curiosa necesidad de confirmar la existencia del otro, saber que no estábamos solos.
- Oh, lo estás. – dijo su padre mirándonos curioso.
- No tengo miedo. – declaró Justin firmemente. Ya no más.
- Pero, ¿ella está asustada de ti? Esa es la pregunta.
No había ninguna duda en mi respuesta.
- No.
- ¿Estás segura? – se preguntó con una inclinación de cabeza.
La necesidad del hombre para menospreciar estaba empezando a ponerme de los nervios. Justin era una de las pocas personas en las que yo confiaría mi vida. Su padre nunca sería capaz de comprender la fe absoluta que he puesto en su hijo, porque esa clase de devoción era para la gente que lo amaba. Cualquier amor potencial que ocupó con su esposa e hijos se había borrado la vez que le había puesto una mano encima a Pattie.
- Justin no me haría daño.
Era una respuesta que estaba esperando. El desprecio que mostró me sublevó, el placer que le dio degradar nuestra relación. Era como si no pudiera comprender el hecho de que su hijo pudiera encontrar a una persona que correspondiera el amor que le dio, optó por condescender esta vez entre risas. Estaba muy lejos de lo que él mismo había experimentado. Tal vez sólo se había condenado a si mismo a la idea de que Justin sería condenado a una vida muy similar a la suya: borracho, solitario e indigno de ser amado.
- ¿Te dijo de dónde salió esto?
Vi cómo el padre de Justin inclinó la cabeza hacia la derecha, una cicatriz considerable fue revelada, salía desde debajo de la oreja. El tiempo había reparado la piel sucia, pero todavía se veía rojo como si se hubiera negado a curar.
- Por favor. – rogó Justin en voz baja. – No lo hagas.
Me quedé perpleja cómo su control una vez irrompible resbaló de la mía. Parecía lleno, ojos suplicando perdón. Pero no tenía ni idea de la clemencia que le tenía que dar. Su cabeza estaba temblando ante él, plantó las manos estables en cualquiera de mis hombros.
- Tu novio puso un cuchillo de cocina en mi cuello. – continuó el padre de Justin. - ¿Te lo dijo? - estaba disfrutando ahora.
Mi cuerpo se había adormecido, incapaz de moverse, mi cara en las manos temblorosas de mi amado.