Traté de parecer calmada, a pesar de la ansiedad con la que estaba luchando desesperadamente por dentro. Era sorprendente cómo podía transformarse en cuestión de segundos. El generalmente reconfortante gran porte de Justin, ahora se sentía intimidante, igual que cuando nos conocimos por primera vez.
- ¿Encontrar qué? - pregunté débilmente.
- Sea lo que sea que estabas buscando.
- Yo no estaba buscando nada. - susurré.
Mi respiración comenzó a detenerse en cuanto mi boxeador de pelo claro dio un paso increíblemente cerca. Empujó mi cabeza hacia un lado ligeramente, con los labios rozando la piel hormigueante en mi cuello. Mis ojos cerrados fuertemente mientras luchaban por contener las lágrimas.
- Tú y yo sabemos que no es verdad.
Su tono fue moderado, pero la sensación de autoridad detrás de sus palabras roncas, era evidentemente clara. Con miedo, mi cuerpo se alejó de él. Miré a mi alrededor cuando la parte trasera de mis piernas tropezó con el marco de madera de la cama. Cuando mi visión volvió a Justin, su mirada estaba fija sobre mí.
- Cuéntame.
Negué con la cabeza nerviosamente.
- No estaba buscando nada.
- ¡No me mientas! - respondió.
El aumento repentino en el volumen de Justin me hizo saltar, su voz áspera resonando contra las paredes. La vena gruesa en su cuello le sobresalía, un signo de su disgusto evidente. Además de la mirada endurecida por la que estaba atrapada. Me moví hacia un lado, tratando de maniobrar alrededor de su cuerpo. Mi corazón se aceleró cuando su gran mano agarró el pomo de la puerta antes de que yo pudiera llegar a ella. Fue entonces cuando me di cuenta de que no me haría daño. El gesto más extremo que Justin podía promulgar era gritarme y ya lo había hecho. Empujé mi pelo sobre mis hombros, poniéndome firme.
- Déjame ir. - di instrucciones con calma, mirando el miel quemante de sus ojos.
- No hasta que me digas lo que estabas buscando.
Su ceño fruncido sutilmente transformándose en sorpresa, mi cuerpo casi presionando contra la parte delantera del suyo, valientemente enfrentándolo. No tenía miedo de él.
- ¿Qué le dijiste a Dan?
Era su turno de verse un poco incómodo. Su toque se apartó del pomo, casi como si ahora él realmente quisiera que me fuera. Justin estaba eludiendo la pregunta.
- Justin. - insistí.
Él permaneció en silencio, sin saber a dónde mirar.
- Es cierto entonces.
Mis palabras eran apenas audibles, confirmándolo para mi beneficio en lugar que para el de Justin.
Una parte de mí esperaba que lo que me había dicho Dan fuera falso, un intento tonto para causar problemas. Pero en el momento de estar ante Justin, sabía que era verdad. Me dolió preguntar lo inevitable.
- ¿Tienes un arma?
Las palabras parecieron quedarse entre nosotros. Me di cuenta de que Justin no estaba acostumbrado a ser enfrentado de esta manera, sobre todo por una mujer. Si la conversación hubiera sido con un hombre, lo habría tenido en el suelo en cuestión de segundos. Necesitaba saber, así que insistí.
- Amenazaste con disparar a Dan.
La acusación atrayendo la atención de Justin hacia mí. Sus ojos estaban brillosos, desesperados. Sus labios carnosos y rosados se abrieron para hablar, pero las palabras no salieron. Justin no tenía idea de cómo manejar la situación. Mis manos comenzaron a temblar, la idea de lo que un arma puede hacerle a una persona y el efecto que tendría sobre la persona que presionaba el gatillo.
Me mordí el labio, alejándome por el miedo, asco, tristeza. Las emociones que se arremolinaban en mi cuerpo eran abrumadoras. Justin era peligroso. Sin rumbo me acerqué a los cajones. Justin todavía estaba junto a la puerta, con la cabeza baja, sin saber qué hacer.
- Siento lo de tu ropa... L-la ordenaré y después me iré. - hablé en voz baja, con la voz ligeramente temblorosa.
Empecé a recoger las camisetas del suelo, doblándolas y colocándolas de nuevo en los cajones de madera. La última fue colocada, respirando hondo para tranquilizarme antes de girar atrás. Justin parecía haber comprendido lo que realmente estaba sucediendo. Su cuerpo se movió hacia mí, acercándose sin pensarlo dos veces y disminuyendo su toque. Parecía un niño pequeño, asustado y desesperado por no ser dejado solo en la oscuridad.
- Por favor no te vayas.
La vulnerabilidad de su voz me hizo querer tomarlo en mis brazos y abrazarlo, pero no lo hice.
- No estaba pensando, estaba enfadado con él. - habló.