Capítulo 88: Un baile en Almack's III

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—¿Cómo que no nos vas a acompañar al baile, Scott? Necesitamos escolta. Y no nos puedes fallar ahora. —Le reprochó su esposa mientras miraba a su hija y a su hermana buscando su apoyo.

Scott sonrió. Y tomó la barbilla de su bella esposa entre los dedos para poder disfrutar del turquesa de sus ojos. Tan deslumbrante como la primera vez que la había visto entrar por la puerta principal de Archer Hall tantos años atrás. 

—No te preocupes, estoy seguro de que Stephan Artamonov y Gilbert compensarán mi ausencia. —Dijo él intentando quitarle importancia al asunto.

Clarice no estaba dispuesta a dar el brazo a torcer. 

—Pero es que me apetecía tanto bailar contigo esa noche. Hace tanto tiempo que no voy a un evento de estos que temo no saber seguir el ritmo de la música.— Dijo poniendo los brazos en jarras.

Scott se rio. Era una mujer adulta, pero aún le sorprendía su espíritu algo infantil y tozudo.

—No te preocupes, querida. Lo harás bien.— Le dijo con voz pausada y grave. —Tengo otros compromisos y son ineludibles. He reunirme con los Blyte y no tengo intención de amargaros la fiesta ni a tí, ni a mi querida cuñada. —Añadió mientras las miraba. 

Se alegraba de que las cosas hubiesen mejorado entre Leticia y Clarice. Hasta el punto en que desde la muerte de Poppy estaban más unidas que nunca. Atrás había quedado el frío muro de desdén e indiferencia tras el que se había ocultado Leticia para no enfrentarse al narcisismo despótico de su madre. 

Clarice lo miró preocupada a los ojos. Nada se escapaba de su perspicaz escrutinio

—¿Va todo bien?—Inquirió mientras lo tomaba del brazo. 

—Todo lo bien que cabría  esperarse... Aún no me han perdonado que me llevara a mi hijo conmigo a Estados Unidos. Se quejan de que no lo conocen y también me echan en cara que han perdido dinero por mi culpa. Quiero terminar de una vez por todas con esto.— Dijo Scott arrastrando las palabras.

Su esposa le tocó la mejilla él la miró a los ojos con tristeza. 

—Lo siento. Ahora entiendo que no quieras venir. —Dijo Clarice con la voz más dulce. 

Las mujeres habían regresado cargadas  de paquetes. El servicio se había ocupado de ayudarlas pero a todas luces, para Scott aquello había rebasado por completo sus más locas expectativas. 

—¿Se puede saber lo que habéis comprado?—Inquirió cuando vio desfilar las filas de paquetes que fueron ocupando su lugar en las habitaciones de las mujeres de su vida. 

Clarice se encogió de hombros y sonrió con fingida inocencia.

— Lo necesario para una mujer...—Dijo resueltamente. 

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora