Capítulo 96: Dunnottar Park

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— Lo siento

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— Lo siento...—Le dijo Vanessa mientras él le ayudaba a ponerse el abrigo largo de piel de visón que completaba el espectacular atuendo de aquella noche. 

El baile había sido un completo error. Ahora más que reforzar lazos y estrechar alianzas se había convertido en la comidilla de toda la buena sociedad londinense. 

Pronto sin lugar a dudas aquel lamentable altercado llegaría a oídos de su tía. Estaba seguro de que el escándalo cruzaría el océano.  Y esa idea le hacía sentir crecer dentro de sí la indignación mientras sin tregua, se reprochaba  a sí mismo, no haber sido más sensato. Había sido un estúpido y había caído en la provocación de aquel boyardo. 

¿Pero cómo se podía ser sensato cuando se trataba de Candy? ¿Cómo podía ser frío y calculador cuando se trataba de defender a lo que amaba?

William sonrió con ironía. 

Vanessa parecía saber lo que pensaba mientras observaba desde allí los corrillos de mujeres que murmuraban a su costa. 

"Malditas cotorras ociosas..." pensó, mientras volvía sus ojos a William quien parecía haber perdido el color de la cara. 

—No te preocupes. A veces la vida nos pone en nuestro lugar.— Dijo él mientras el empleado del guardarropa le daba el suyo.

Ella lo miró intensamente. Sentía lástima por él.

 Había sido testigo del  tenso enfrentamiento entre los dos hombres y también sentía pena por Candy. Porque ella también se había llevado su parte en aquella discusión. 

—Ha debido ser doloroso para tí averiguarlo de esa manera.—Afirmó mientras pensaba en la horrible expresión del rostro de la muchacha y en el impacto que había ocasionado  las crueles palabras del boyardo sobre el ánimo de  su amigo. 

William suspiró intentando guardarse las emociones que sentía. Necesitaba desesperadamente desahogarse, buscar la calma en algún lugar apartado. Y Londres no era ese lugar.  

—Ha sido así, como pudo ser  de cualquier otra forma. Nadie me iba a ahorrar el dolor de saberlo. Ahora ya no importa...— Comentó  mientras  intentaba no indagar más en sus sentimientos, ni el la razón por la que ella había querido soportar sola todo aquel peso.

Vanessa le tocó el hombro preocupada por él.

—¿Quieres que te acompañe a casa?

Él se negó con una sonrisa triste. 

—Prefiero estar solo si no te importa, Vanessa. Ahora mismo no me apetece ver a nadie.— Dijo indicando al portero que  llamara a dos de los numerosos vehículos apostados a la puerta del local. 

Ella sonrió y le besó la mejilla. 

—Bien. Si me necesitas, si nos necesitas...ya sabes dónde encontrarnos.—Dijo antes de despedirse. 

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora