Capítulo 98: Dunnottar Park III

346 33 115
                                    

Hacía ya cuatro días que Candy había desaparecido tras salir a pasear a caballo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hacía ya cuatro días que Candy había desaparecido tras salir a pasear a caballo.

Desesperados los Bruce y los Archer, por primera vez en muchos años, se habían puesto de acuerdo y habían enviado gente a buscarla por los alrededores de la finca de Annandale, sin encontrar ni rastro de ella. Todos habían participado en las tareas de búsqueda para venir con el corazón encogido y las manos vacías.

Se corrió la voz, se llamó a las autoridades locales para coordinar y ampliar las zonas de búsqueda.

El tiempo transcurrido desde su desaparición era una cuestión vital. Cuanto más tiempo transcurriera peor lo tenían para recoger las posibles pistas que los llevaran a localizar su paradero. No obstante, los últimos rumores apuntaban a que había sido vista rondando la propiedad de los Ardlay.

Las áreas de búsqueda se ampliaron y pronto se sobrepasaron los límites de la propiedad del conde de Argyll, pero sin resultados.

Nadie sabía qué hacer al respecto. Pero los cabezas de las familias afectadas por la desaparición de su ser querido unieron sus intereses y con esperanza pero también con profundo disgusto. Benjamin y James Bruce, Scott y Thomas Archer decidieron ir hasta Dunnottar Park a preguntar por ella, mientras las autoridades locales seguían haciendo su trabajo.

Benjamín decidió conducir el vehículo de la familia, con Scott de copiloto y los dos patriarcas sentados juntos por primera vez en el asiento de atrás.

La gravedad de las circunstancias se había impuesto y habían decidido dejar de lado sus disputas personales por amor a su nieta. No obstante, no llegaron a mediar conversación durante todo el trayecto y de vez en cuando, para dejar claro su postura inamovible, intercambiaban miradas de soslayo nada amistosas. Sin embargo, cada uno se mantenía con la firme idea de hacerle pagar caro al maldito americano el sufrimiento de su nieta.

Se aferraban a la esperanza de que quizá él sí supiera algo, algo que los llevara a localizarla, a encontrarla y traerla de vuelta a casa.

Quizá la clave de todo estaba en su finca.

Plata, el viejo purasangre había vuelto sin su montura hasta las caballerizas en plena tormenta al anochecer y a partir de ese fatídico instante, todo el mundo había entrado en pánico.

Solo ella, solo Candy podía haber sido tan insensata como para salir a cabalgar con un tiempo tan desapacible. La tormenta había sido intensa, las temperaturas gélidas. Nadie podría aguantar una noche bajo un temporal así.

Empezaban a temer que quizá encontrarían su cuerpo muerto por la hipotermia, tirado en cualquier parte del bosque entre las raíces de un árbol cualquiera.

En febrero y estando en Escocia las temperaturas no eran precisamente templadas.

Ariadna se echaba la culpa por alentarla, Clarice se sentía cada vez más culpable por haber sido incapaz de detenerla y Leticia se había venido arriba con un "¡Os lo dije!" que se había clavado como un dardo envenenado en la conciencia de ambas mujeres

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora