Capítulo 53: La Mimosa...

278 35 92
                                    

William Albert Ardlay miró su reloj de bolsillo con impaciencia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

William Albert Ardlay miró su reloj de bolsillo con impaciencia. Olivia se retrasaba y estaba seguro de haber enviado el mensaje por el canal adecuado.

—Se retrasa ¿No?

—Así es...

—Tranquilo, William. Ella vendrá.—Vanessa tenía la intuición de que aquella mujer tenía la determinación de acudir a la cita y que nada se lo impediría. No cuando se jugaba tanto.

William suspiró resignado a tener cerca a su amiga, seguía creyendo que su presencia no era necesaria. Pero, cuando a la señorita Higgins se le metía algo en la cabeza, era difícil hacerla cambiar de idea.

Tenía que admitir a su pesar, se sentía halagado por que quisiera protegerlo. Eso también quería decir que ella había recuperado parte de su antigua manera de ser y se alegraba. Habían pedido un té y ella le había comentado que el negocio de Clarice iba viento en popa.

—Tienes que conocer a la nueva encargada, William. Te va a encantar...—Dijo mientras bebía de la hermosa taza de loza decorada con mimosas y motivos vegetales.

En la mesa les habían dejado una hermosa tetera a juego.

—¿De veras? —Inquirió él burlón.

—Si...

Vanessa llevaba un espectacular conjunto color berenjena que acentuaba el color cobrizo de su cabello y favorecía el tono cremoso de su tersa piel; un broche de amatista completaba su look favorecedor.

Como siempre, tenía que admirar su estilo pulcro e impecable a la hora de vestir que atrapaba la mirada lasciva de los hombres y despertaba la animadversión y la envidia en las mujeres. Inevitable en un lugar público como aquel; lleno de personas que como ellos, se reunían para hablar de sus asuntos en un lugar que respiraba carácter y cultura.

—Este sitio es encantador, William.

—Es cierto...—Afirmó pensando en traer a Candy algún día.

El llevaba puesto su uniforme de trabajo habitual, es decir, su traje de chaqueta y pantalón negros y una corbata color gris perla sujeta con un alfiler de zafiro que habían pertenecido a su padre. Le habían comunicado que en dos días, se procedería a exhumar su cuerpo y se encontraba extrañamente tranquilo. No así la tía Elroy, que había montado en cólera, incapaz de asumir que era por el bien de la familia.

Escandalizada y hecha una furia, había decidido irse a Florida a pasar unos días con los Lagan. Sabía que habían sido apartados de los asuntos oficiales de la familia pero la matriarca estaba tan dolida que había decidido alejarse de su sobrino, incapaz de procesar lo que significaba que el cuerpo de su querido hermano menor fuera objeto de una profanación como aquella.

—No puedo creerlo...¿Y vas a hacerle eso al cuerpo de tu pobre padre?¿Vas a dejar que alguien ajeno a la familia lo raje y lo examine como si se tratase de un vulgar animal?

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora