Mansión Annandale. Primavera 1917
Candy estaba mareada, se sentía cansada casi todo el tiempo. Le dolían los pechos y su estado de ánimo fluctuaba desde la más absoluta euforia a la más absoluta desesperación. En demasiadas ocasiones le sobrevenía el llanto, sobre todo cuando pensaba en lo mucho que echaba de menos a sus amigos y a Albert.
Sobre todo a él.
Nunca se había sentido así.
Pero también era capaz de ver la otra cara de la moneda.
Aquella tierra la llenaba de energía, la fascinaba y lograba calmar sus atribulados sentimientos de forma inexplicable. Sentía que la unía un fuerte vínculo: era como estar en casa. Aquella no sólo era la tierra de sus ancestros, Escocia también le traía maravillosos recuerdos de su adolescencia y de aquellos tiempos en los que añoraba reencontrarse con el muchacho que la había encontrado de niña en la colina de Pony, sin saber que lo tenía tan cerca.
Candy sonrió.
El fresco aire de la mañana tiñó de rubor sus mejillas. Quería llegar hasta Annandale a pie. El caminar a buen ritmo para ella era vigorizante y necesitaba estar sola.
Pensó en las vacaciones que le había pagado el tío William en aquel entonces, cuando aún era estudiante en el colegio más elitista de Londres. La primera vez que vio a personas vestidas con el traje tradicional escocés bailando en las fiestas del pueblo y que inmediatamente le trajo a la mente el recuerdo de su primer encuentro en la colina la hizo estremecer el corazón. Esos momentos se entremezclaron con los vividos junto con sus amigos en una de las mansiones de los Ardlay en Escocia, los paseos en barca e incluso los baños de la tía Elroy- que habían acabado por echar a perder el invento de la cabina de cristal de Stair- le arrancaban una sonrisa mientras observaba el verde y ondulante paisaje escocés.
El aire olía a tierra húmeda y al perfume de las flores. El viento jugaba con sus cabellos mientras se dejaba llevar por la nostalgia.
Observó a un petirrojo, que peleaba con otro ejemplar por su territorio y luego pensó en el apasionado e incipiente amor de Terence y su pelea con Eleanor Baker.
"Terence G. Grandchester ¿Cómo alguien tan necesitado del amor de una madre ha podido comportarse como tú, teniendo la oportunidad de estar con ella, de conocerla? " pensó.
William Albert Ardlay también se había quedado huérfano desde muy niño. Había perdido a su hermana y más tarde a su sobrino.
Para proteger los intereses de su familia le habían obligado a ocultarse tras una identidad falsa... no le vio en el funeral de Anthony, incluso le prohibieron asistir al funeral de Stair cuando le dieron por muerto tal y como habían hecho con ella.
Albert siempre había mantenido aquel espíritu amable intacto, su punzante sentido del humor, su ternura y su empatía para acercarse y consolar a los que sufrían.
ESTÁS LEYENDO
Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte [Libro 3]
FanfictionLa tutela de Candice White Ardlay ha sido revocada por su tutor en favor de su padre biológico. Neal está buscando cobrarse su venganza y Arthur Mc Bride sigue obsesionado con destruir a su antiguo enemigo de la universidad. No sólo busca arruinar...