Capítulo 46: Cartas, boyardos y enfermeras de ultramar II

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William se sentía frustrado ¿Por qué todo tenía que resultar tan difícil? le resultaba duro estar separado de Candy y aunque deseaba con desesperación tomar ese barco que le había ofrecido su cuñado Vincent Brown  y pagar a una escolta privada que...

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William se sentía frustrado ¿Por qué todo tenía que resultar tan difícil? le resultaba duro estar separado de Candy y aunque deseaba con desesperación tomar ese barco que le había ofrecido su cuñado Vincent Brown  y pagar a una escolta privada que les protegiera de los alemanes, su loca  estrategia no era demasiado inteligente dada las actuales circunstancias. Porque a quién quería engañar: resultaba una completa insensatez.

—Querido, entiende que no es el momento. Tus sentimientos deben esperar. No debes flaquear ahora que los tenemos tan cerca.— Le había dicho ella en la última reunión en su oficina de Higgins & Asociados.

La había encontrado mucho mejor que las últimas veces pero aún distaba mucho de ser la mujer que había conocido. En ese sentido, Vanessa Higgins se había reservado de hablar de otros asuntos que no fueran dar caza a Oberon Mc Bride y a su hijo.

Y tenía razón. 

Ella se estaba intentando a hacer a la idea de que había tenido al enemigo en casa. Y había resultado ser la persona que menos se imaginaba. Quería estrangular a Cecily, aunque no podía hacer efectivo su despido para no levantar sospechas en el entorno cercano de la muchacha de modo que Vanessa se negaba a hablar con ella. No podía porque temía que pudiera perder el control y arrepentirse después. Ahora importaba más encerrar a su padre que castigar a un pez pequeño e insignificante como ella. Así que había contratado a otra persona que suplía a su antigua secretaria en la mayoría de las tareas que ella había venido haciendo hasta el momento en que reveló la magnitud de su traición. Fue incapaz de escuchar sus excusas, sus lloros y sus ruegos para que la perdonara. Pero Vanessa no podía. Aunque en su fuero interno comprendía que era una víctima inocente del perverso juego de su padre. Sin embargo, su rostro le traía a la mente horribles recuerdos que quería borrar.

Cecily ahora hacía de chica de los recados y se ocupaba del archivo con la resignación de los culpables sin poner ninguna objeción.  Y Vanessa la evitaba,  procuraba no verla.  Aún no había olvidado y estaba aún muy  lejos de perdonar. No cuando todavía podía sentir en su piel los golpes y el aliento de los agresores que habían arruinado su vida. Por culpa de los Mc Bride, por culpa de la traición de Cecily.

Había rechazado acudir a la fiesta que daban los Ardlay todas las Navidades en la residencia de Chicago. No se encontraba con ánimos de fingir cordialidad y mantener las apariencias entre gente tan importante cuando en su fuero interno ardía de furia. Un error, una mala contestación a la persona inadecuada y su reputación se vería seriamente afectada. Y ella vivía de eso y de lo que le proporcionaban sus contactos. Y no, tampoco quería ver a Georges en aquellos momentos. 

Prefería gestionar todas esas emociones sola. Para su amigo aquella estrategia de afrontamiento de las dificultades era un error.  Y ella, inflexible había negado con la cabeza. Sus hermosos ojos avellana estaban enrojecidos por las lágrimas.

—Ahora mismo, puedo hacer bastante más mal que bien a aquellos que quiero y que me quieren, querido. No puedo acudir a vuestra maravillosa y renombrada fiesta.— Le había dicho mientras daba un trago a su copa de bourbon.— Y sinceramente, tal y como están las cosas prefiero proteger de mí misma a los que me importan.— Añadió tras dar un último trago. 

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora