La joven estaba cada vez más nerviosa.
"No quiero que haya más secretos entre nosotros..
Esa frase se le había quedado grabada en la mente mientras él abría la puerta de la habitación e iba en busca del buen doctor. Y ella, tal y como le había pedido Albert se mantenía sentada en la cama tapada con las mantas. Candy sonreía cuando recordaba sus palabras. No quería que volviera a resfriarse.
Tenía ojeras, parecía cansado.
Y dedujo con el corazón latiéndole con fuerza que era él quien la había estado velando, era él quién la había estado animando a luchar, a no rendirse. Era su voz la que había oído quebrarse mientras ella intentaba luchar por respirar.
"Oh, Albert...así que, todavía hay esperanza para nosotros. Todavía te importo"...pensó mientras se llevaba las manos al corazón.
La mañana estaba bien avanzada y la joven ya se sentía lo suficientemente fuerte.
Necesitaba salir de casa, tomar el aire y quería que le enseñara Dunnottar Park. Si toda la casa era tan impresionante como aquella habitación, bien merecería la pena conocerla entera.
"Cuánto me gustaría pasear contigo por esta magnifica propiedad y que me contaras sus secretos..." , suspiró.
La puerta se abrió de nuevo y un hombrecillo vestido de tweed apareció sonriente acompañado por Albert. Y sus ojos se entrecerraron con desconfianza mientras se tapaba pudorosa con las mantas.
"Así que este hombre es quien va a diagnosticarme. Espero que sea tan competente como el Doctor Martin...", pensó mientras lo observaba con ojo crítico. Se sentía bien, no necesitaba que nadie la examinara.
¿Y si resultaba un charlatán o peor, un mentiroso?. Candy lo miró con suspicacia mientras Albert le pedía con la mirada que confiara en él. Pero ella estaba nerviosa. No necesitaba que nadie le diera un diagnóstico, máxime a si no lo conocía.
Confiaba en buen criterio de Albert, pero diablos, ella era enfermera titulada ¿por qué no le hacía caso? ¡si se sentía estupendamente!
Por fin se sentó encima de la cama y esperó a que el hombre sacara un fonendoscopio de su negro maletín de piel para auscultarla.
Ella lo observó con ojo crítico.
Era peculiar y su forma de vestir un tanto extravagante. Tenía una mirada inteligente, un bigote enorme y usaba gafas.
Candy no pudo evitar sonreír cuando vio los vanos esfuerzos del hombre por tapar su cráneo en un inútil y penoso esfuerzo por disimular su más que incipiente calvicie.
Error: él le dedicó una mirada recriminatoria, seria.
Y ella se ruborizó.
"Está bien. Me portaré como es debido, Albert..." , le dijo con la mirada.
ESTÁS LEYENDO
Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte [Libro 3]
FanfictionLa tutela de Candice White Ardlay ha sido revocada por su tutor en favor de su padre biológico. Neal está buscando cobrarse su venganza y Arthur Mc Bride sigue obsesionado con destruir a su antiguo enemigo de la universidad. No sólo busca arruinar...