Capítulo 46: La decisión de Gilbert II

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—¿Entonces todo bien, mi amor?  Nos sentará estupendamente estar por unos días lejos de Londres

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—¿Entonces todo bien, mi amor?  Nos sentará estupendamente estar por unos días lejos de Londres. Aunque sea en tu odiada Escocia.— Afirmó Gilbert tomando a su esposa por la barbilla y depositando un suave beso en sus labios carnosos. El abrazo se hizo más intenso. Habían conectado por fin. 

—Mmmm...en el fondo no la odio. 

—Caprichosa Irina...—Le susurró con reproche al oído.

Ella sonrió ya más  tranquila, reconocía en ella misma el espíritu rebelde de las chicas de su edad. Y ahora era madre. Debía empezar a pensar de otra manera y la juventud de su marido, tan ansioso como ella de vivir nuevas experiencias tampoco ayudaba mucho.

— Está bien. Pero Gilbert...No va a ser necesario que mi madre se mude con nosotros. — Dijo al fin, mientras apoyaba su cabeza sobre su pecho y cerraba los ojos absorta en las sensaciones que aún despertaba en ella. Su perfume despertaba sus sentidos aletargados tras tantos desencuentros. 

Gilbert la miró a los ojos extrañado.

—¿No?

La sonrisa de Irina se hizo más ancha, se divertía tras haber provocado  el desconcierto en su marido.

—No...— Volvió a decirle. 

Él frunció el entrecejo y se quitó las gafas intentando apartar de su mente aquella sensación de perplejidad. Revisó las lentes y después se las volvió a poner.

—No lo entiendo...¿Es que tus hermanos tienen algo que ver en esto?—Inquirió arrugando la nariz con disgusto.

Irina se divertía cada vez más. Le encantaba saber algo que él ignoraba. 

—No... presupones mal, mi amor.

—Pues acláramelo, por favor. —Le pidió tratando de que el tono de su voz no delatara su impaciencia.

Al fin decidió ella  revelarle la información que le  pedía. 

Y sentándose de nuevo en le sofá, le indicó a Gilbert con suaves golpecitos en el asiento que se  situara a su lado.

 —Verás, ella  consiguió salvar  la mayoría de las joyas  nuestra  familia cosiéndolas en los bajos de nuestros vestidos y en el interior nuestros corpiños. No hubo tiempo   para más...— Dijo con una sonrisa triunfal.—Sin embargo, son más que suficiente para considerarlas como un patrimonio más que respetable. 

— Entiendo  pero ¿Por qué no me lo habías dicho antes?

Ella le echó una ojeada disimulada al bordado de motivos vegetales que había empezado. 

—Tú no me habías preguntado...

Gilbert suspiró exasperado. Con que habían tenido una fortuna escondida durante todo este tiempo y no le habían dicho nada.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora