Capítulo 21: Una velada accidentada

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Los furibundos ojos verdes de  Scott Archer se clavaron en el rostro de su hijo

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Los furibundos ojos verdes de  Scott Archer se clavaron en el rostro de su hijo. Clarice atenta a la reacción de su marido, enseguida  percibió la tensión entre ambos. 

Luego miró a Candy inquieta, que estaba hablando con Ariadna en aquel momento. 

Ambas estaban deslumbrantes aquella velada. Sin embargo, Clarice sospechaba que su hija le estaba ocultando algo especialmente grave. No estaba ciega, aunque lo disimulara bien su hija parecía estar embarazada. Por las fechas y sentido común, había deducido que era muy probable  que el padre no fuese otro que el mismísimo William Albert Ardlay. Pero ¿ Por qué estaba tan empeñada en ocultárselo a ella, a su madre? 

Era más que probable que Scott entrara en cólera en cuanto lo supiera. Miró hacia Ben, que contemplaba embobado el rostro arrebolado de Ariadna, mientras esta compartía confidencias con su sobrina. 

Su hermano no se iba a tomar mucho mejor la noticia.

"Dios mío, Candy ¿Qué va a suceder contigo ahora? Tienes que ponerte en contacto con el padre de tu hijo pronto. Él ha de enterarse de tu estado antes de que Scott o Ben se enteren y hagan algo de lo que luego se arrepientan" pensó Clarice alarmada. 

 Apuró un sorbo del exquisito vino de la bodega personal de su padre James  intentando calmarse, pero su delicioso sabor no logró silenciar sus preocupaciones.

Miró hacia  Poppy quien presidía la mesa y sus fríos ojos la hicieron estremecer. Por la mirada burlona que le estaba dirigiendo a Candy se diría que ella también se había dado cuenta del estado de la nieta de su marido y Clarice alarmada, empezó a pensar en la manera de salvar su reputación. Estaba segura de que la vieja condesa iría a por su hija,  no iba a dejar escapar la ocasión de insinuar algo a cerca de su estado y del padre de su hijo durante la velada. 

Clarice se dijo a sí misma que tenía que recuperar el control de la situación. No iba  a pasarle lo  lo mismo a su hija Candice que a ella, no lo permitiría. 

Ella la protegería.

Ahora tenía que concentrarse en tranquilizar a Scott antes de que su temperamento le perdiera.  Por la tensión acumulada en su cuerpo, se diría que iba a saltar encima de la mesa y abalanzarse sobre su hijo adolescente quien  lo miraba con la arrogancia propia de su edad. ¡Qué equivocado estaba! Si en algo conocía a su marido era que una actitud como aquella acababa por sacar  lo peor de sí mismo.

 Gilbert sabía que después de la cena, su padre lo llamaría a parte para   hablar con él y tratar de hacerle cambiar de idea. Pero estaba dispuesto a mantener su intención de alistarse, no le importaba para nada su  opinión. Empezaba a sentirse asqueado por tanto lujo y  la actitud condescendiente de la condesa de Argyll comenzaba a irritarlo, odiaba su voz chillona y la manera en que estaba presumiendo del linaje y logros de su familia, mientras alababa descaradamente el valor y arrojo de los nobles huéspedes de su marido. Ignorando cínicamente,  el lamentable incidente de las copas cuyos cristales habían sido recogidos por el atento personal de servicio. No creía correcto estar disfrutando de una velada como aquella mientras el resto de sus compatriotas morían en el frente. Le parecía desconsiderado aquel derroche, era antipatriótico y no comprendía cómo su padre había aceptado la invitación de sus suegros.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora